Toca fondo la ineptitud oficial

Toca fondo la ineptitud oficial, escribe Carlos Marín en #ElAsaltoALaRazón.

Como nunca en los casi dos años que van de la pandemia, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, encarna la ineptitud con que la 4T ha incumplido su obligación de preservar la salud pública.

La revelación de que por segunda ocasión esté infectado de Covid-19 bastaría para constatar su personal irresponsabilidad, así como la de sus ineptos y criminales encargados de la política sanitaria: el secretario Jorge Alcocer y el subsecretario Hugo López-Gatell, empeñados en lambisconear a su jefe restando la importancia, los alcances y la gravedad de la peste, desdeñosos ambos de las opiniones científicas mejor calificadas del mundo.

El desastre llegó ayer al patético extremo de que AMLO hiciera suya la estulta disminución de la letalidad que se le ocurrió al columnista Pedro Miguel (a quien considera entre sus “amigos inteligentes y críticos”): llamar “covidcito” a la variante Ómicron del virus que ha matado en México a medio millón de personas.

Si del riesgo de mordedura de un roedor o canino con rabia se tratara, ¿dirían que la mordida fue de un “salchichita” o un “chihuahuita” que no debe preocupar a nadie o al devastador virus del ébola le llamarían “ebolita”?

La información oficial sobre el Ómicron (como la del desabasto de medicamentos y otras desgracias nacionales) está plagada de embustes: reconocen que se contagia con mayor velocidad pero afirman que no es tan mortal como las anteriores versiones del patógeno.

Mañosos, omiten aclarar que eso vale sólo para quienes ya recibieron dos o tres dosis de vacuna, esto es, menos de 60% de la población porque el resto, o no ha sido inmunizada o le fue inyectada una única porción.

Soslayan también que los menores de 15 años que han contraído la enfermedad y ahora están contrayendo Covid en proporciones alarmantes fueron excluidos del plan de vacunación porque, según el deplorable criterio del secretario Alcocer, ni a sus nietos los vacunaría.

¿Por qué insistir en la falacia de que la Ómicron es “menos agresiva” cuando la variante contiene la característica esencial de ser mortífera?

Antes de que la nueva cepa cundiera, el mundo llegó a registrar alrededor de 800 mil contagios en un día pero la cifra se ha casi triplicado en tres o cuatro días de la última semana. Llevamos dos con la Ómicron y en otras latitudes ocho-nueve.

No hemos visto lo peor, todo indica que el crecimiento que viene será exponencial y va para largo, mínimo hasta marzo y, entre menos cuidados haya, se producirán más contagios.

La receta gubernamental es delirante: si se tienen síntomas gripales, no se pierda el tiempo con pruebas PCR, asúmase que se trata de Covid, aíslese al paciente, frótele Vick VapoRub, déle un tecito y algo de paracetamol. Medíquese, pues (o hágala de médico).

Por eso el Presidente, pero en chinga, se hizo la prueba en que salió de nueva cuenta positivo.

¿Acaso alguien lo imagina tomando en serio las recomendaciones de sus impresentables mariscales de la salud…?