eMujeres | Ana Eglis Molina, ingeniera forestal venezolana que deja huella en Sonora
La Ingeniera Forestal Ana Eglis Molina Márquez, venezolana de nacimiento, encontró en la capital de Sonora la oportunidad para desarrollar su carrera debido a los varios ecosistemas con los que cuenta.
HERMOSILLO, SON. - Después de 15 años de residir en nuestro país, obtuvo la nacionalidad mexicana en 2018. Es de las pocas ingenieras forestales que hay en Sonora. Desarrollar su carrera en una región en donde hay varios ecosistemas ha sido para Ana Eglis Molina Márquez su mayor éxito profesional.
Venezolana de nacimiento, decidió venir a México para continuar sus estudios de posgrado en Desarrollo Sustentable en la Universidad de Sonora (Unison). Se enamoró, tuvo una hija y decidió establecerse en Hermosillo, ciudad que asegura la hizo madurar.
Trabajó como auditora de programas en la Comisión Nacional Forestal (Conafor). También prestó sus servicios en el programa Hábitat del Ayuntamiento de Hermosillo. Desarrolló varios proyectos para la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), y en la actualidad, además de ejercer la docencia en la Universidad Estatal de Sonora (UES), labora con las comunidades Yaqui y Seri.
Erradicación de zacate buffel
Durante su paso por la Conanp, realizó un estudio para el control y erradicación del zacate buffel, maleza introducida al noroeste de México durante los años 40, resistente a la sequía y empleada como alternativa para alimentar al ganado.
“El problema es que empezó a arder y quemar el desierto de Arizona, y Sonora no se quedó atrás. Comienzan los incendios y nos damos cuenta de que lo primero que incendia y arde es el zacate buffel, y ya empieza a ocasionar otro tipo de problemas como el desplazamiento y desaparición de especies nativas, porque es más agresivo y tiene el poder de llegar y germinar sin nada”, explicó.
Detalló que a la Unison llegaron dos investigadores de Arizona quienes les enseñaron a erradicar esta maleza en comunidades de Benito Juárez.
“Ellos sacaban el zacate buffel y lo metían en bolsas negras para llevarle a la gente que tenía ganado para que se lo comiera. Pero estábamos haciendo lo mismo”, indicó, “era el ciclo de nunca acabar y eso fue incrementando la frontera del zacate buffel, se le estaban dando las condiciones al suelo para que él regenerara más bonito y fuera expandiéndose”, comentó.
Ana Eglis detalló que su trabajo consistió en realizar un estudio para la erradicación del zacate buffel en la Isla Huivulai, área natural protegida. Al ser una isla, el riesgo era mayor pues no solamente se podía contaminar a especies terrestres sino marinas, el suelo y el agua.
“Fue una planeación larga; fue conseguir el producto que de verdad lo pudiésemos aplicar y no fuéramos a hacer contaminación de suelo ni agua. Hicimos las pruebas, todas en pequeño, y la Conanp se aventó completo el estudio con nosotros; nos pidió que le entráramos con todo a erradicar y controlar. Obtuvimos un 75 por ciento de éxito”, puntualizó.
Mujeres en áreas forestales
Estudió Ingeniería Forestal en la Facultad de Ciencias Forestales Ambientales de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela. Al término de su carrera, a los 21 años de edad, ya trabajaba en el Laboratorio Nacional de Productos Forestales de su país.
“Cuando yo ingresé a la Facultad era la única en Venezuela, así que todos los ingenieros forestales nos conocemos, todos salimos del mismo lugar y éramos pocas en aquel entonces; se consideraba que las mujeres que entraban a forestal eran machonas, machorras, muy toscas, muy ordinarias”, mencionó.
Desde su punto de vista, la ingeniería forestal implica mucho trabajo de campo, y eso conlleva dejar por largos periodos a la familia. “Cuando yo llegué (a Hermosillo) quise hacer mi familia, no duró mucho tampoco; soy madre soltera; precisamente tiene que ver una parte cultural de que “hijo ¿cómo es que tú estás aquí, que eres ingeniero industrial, y tu mujer por allá con puros hombres?”.
Y aunque es una de las pocas ingenieras forestales que hay en Sonora, reconoce que durante sus primeros años tuvo compañeros de trabajo sumamente preparados de quienes aprendió y compartió conocimientos.
“El que yo digo fue mi maestro, era ingeniero agrónomo, pero era una cátedra. El ingeniero Isidro Muñoz Noriega me enseñó todo lo que es vegetación en el Estado. Con mis compañeros también, de todos aprendí un poco. También era algo bonito cuando yo les explicaba a ellos la parte forestal y les decía, ¿a qué no saben esto?”.
Ana Eglis Molina Márquez
Lugar de origen: El Vigía, estado de Mérida, Venezuela. Obtuvo la nacionalidad mexicana en 2018.
Estudios: Estudió Ingeniería Forestal en la Facultad de Ciencias Forestales Ambientales de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela.
Estudios de posgrado: Decidió venir a México para continuar sus estudios de posgrado en Desarrollo Sustentable en la Universidad de Sonora (Unison).
Experiencia Laboral: Al término de su carrera, a los 21 años de edad, ya trabajaba en el Laboratorio Nacional de Productos Forestales de Venezuela. También trabajó como auditora de programas en la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Prestó sus servicios en el programa Hábitat del Ayuntamiento de Hermosillo. Desarrolló varios proyectos para la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), y en la actualidad, además de ejercer la docencia en la Universidad Estatal de Sonora (UES), labora con las comunidades Yaqui y Seri.
Recuerdos de su terruño
Nació en El Vigía, estado de Mérida, Venezuela, un lugar que asegura es muy parecido a Ciudad Obregón y colindante con Colombia.
“Se parece a Ciudad Obregón en cuanto a que es un área agrícola- ganadera, pero también en el aspecto de cómo está distribuida, su estructura, cómo está diseñada, se parece mucho a mi tierra”, recordó.
Le gusta vivir en la ciudad del sol pues el tener cerca un sitio parecido al que la vio nacer, le recuerda sus raíces.
“Independientemente de lo que digan estamos en un Estado más tranquilo que otras partes del país; se vive tranquilo todavía en Hermosillo, aunque la ciudad ha crecido mucho desde que llegué hasta ahorita; la delincuencia ha crecido, pero todavía vivimos tranquilamente y lo hago pensando en mi hija que tiene 15 años”, sostuvo.
Choque cultural
Pasó su primera semana en Hermosillo sin conciliar el sueño. Le parecía extraño que las personas durmieran por las noches en un catre en el patio de sus casas. Tenía miedo y pensaba que moriría del estrés.
Las diferencias en el lenguaje y el albur del mexicano le generaron dificultades y anécdotas peculiares que no olvida.
Curiosa anécdota
“Iba saliendo de la escuela de ingeniería industrial, entonces me dice un maestro: ‘Anita, ¿para dónde vives?’; ‘vivo hacia el norte’ y me dice, ‘¿quieres que te dé un raite, un aventón?’; y yo le dije, ‘¿me va a dar la cola?’; ‘¿cómo?’, me dice.
Continúa Ana Eglis: “Y yo, ‘¿me va a dar la cola?’; ‘¿qué es eso Ana?’ yo respondo: ‘me está diciendo que me va a llevar, o ¿qué me está diciendo?’, ‘sí, pues, un raite’; después me dice, ‘te voy a llevar, pero aquí se dice raite, no vuelvas a decir eso’. En Venezuela, en todo el país, me va a dar la cola es un raite, un aventón, entonces ya en la clase llega con todos mis compañeros y dice: ‘la Ana quería que le diera la cola’”, recordó entre risas.
Desde hace cinco años no viaja a Venezuela, país que atraviesa por momentos políticos, económicos y sociales complicados. Le encantaría traerse a su familia con ella, pero es consciente de lo difícil que es migrar y que no todas las personas tienen la fortaleza y fuerza para lograrlo y establecerse en otro sitio.
Molina Márquez ama la docencia y considera satisfactorio enseñar a las nuevas generaciones todo el aprendizaje que le dejó su labor de campo.