Plaza Zaragoza está descuidada y deteriorada
HERMOSILLO, SON.- Desde 1947, la Plaza Zaragoza ha sido un lugar típico para los ciudadanos de Hermosillo. El sitio, que hace tantos años naciera como la ‘Hacienda del Pitic’ (que desde entonces empezó a crecer hasta convertirse en la capital de Sonora), ahora es el paseo obligado de propios y extraños.
Todas las noches se llena de gente que va a comer uno de los muchos “antojitos” que venden en el lugar, a pasear en familia o simplemente disfrutar de un buen rato después de acudir a misa en Catedral, para relajarse tras salir del trabajo. Ignacio Lagarda, cronista de la ciudad, señaló que nació como Plaza Real, propiedad de don Agustín de Vildósola y Aldecoa.
A partir del 16 de julio de 1747, fue llamada la Plaza Principal y después Plaza de Armas. Posteriormente, a par- tir de 1985, se le comenzó a llamar Plaza Zaragoza, en honor al héroe de la batalla de Puebla, Ignacio Zaragoza.
“En 1869 se hace un esfuerzo y la adornan con naranjos y bancas de ladrillo y mezcla. El jardinero Ramón Encinas se hace cargo de su conservación, y en el 72, los naranjos que se secaron son sustituidos por otros tantos, pero estos de naranja agria, operación desarrollada por el jardinero francés Agustín Millet”, expuso.
Manifestó que en 1882 se plantaron nuevos árboles de naranja, se pavimentaron las banquetas y los andadores con adoquín, que se decía, venían des- de Inglaterra como lastre de los barcos que llegaban a Guaymas, y también se colocaron bancas de fierro fundido y madera.
En 1883, el general Luis E. Torres trajo desde la península de Yucatán unos árboles llamados laurel de la India, que la gente llamó yucatecos, y ceibas. Fueron plantados en toda la plaza, luciendo frondosos entre los añejos naranjos y árboles de fuego.
Con el paso de los años, se le instala en 1897 alumbrado público con luces de arco. Sus prados se llenan de rosales con injertos hasta de cuatro distintos colores de rosas. Lagarda Lagarda comentó que para las fiestas del centenario de la Independencia de 1910, se le cambió el adoquín por piso de concreto; se derrumba el zócalo del centro y se le instaló un kiosco traído desde Mazatlán, Sinaloa; construido por la empresa Fundición de Mazatlán, de V. Ferreira y Cía.
Además, se instalan nuevos arbotantes del alumbrado público en forma de araña, de 12 lámparas tipo globo, unos ma- cetones de fierro fundido en los accesos y nuevas bancas de fierro y madera. Dos columnas separadas por cuatro metros de distancia, con remate de artísticos jarrones, a manera de señorial pórtico y las nuevas bancas de tiras de madera pintadas de verde, que descansan en pies de churriguerescas figuras de fierro vaciado color plateado, que le daban aspecto de jardín romano.
Dentro de la plaza es usual destacar la Catedral de Hermosillo: el templo de Nuestra Señora de la Asunción, pero ésta no siempre estuvo así. Anteriormente había una calle entre la pla- za y la iglesia en donde se bajaban las novias.
Sin embargo, en los años ochenta se notó que la Catedral de Hermosillo no tenía atrio. Entonces se unió con la Plaza Zaragoza para que parte de la misma sirviera como un espacio descubierto de la Iglesia más importante de la capital del estado.
Por supuesto, también incluye tanto el Palacio de Gobierno como el Municipal y frente a ellos se encuentran las 49 cruces de los niños que perdieron la vida en la Guardería ABC, como un lastimoso recuerdo de algo que nunca más debe ocurrir. Ahora son otros tiempos Los grandes días de la Plaza Zaragoza ya pasaron. Ahora, enfrenta un notorio deterioro. Muchas de las bancas están rotas, algunos de los cubrefocos de las lamparas están dañados y evidentemente, no hay bombillos. El kiosco, traído desde Mazatlán, Sinaloa, también sufre los embates del tiempo. El techo ya se ve maltratado, algunos de sus barandales están rotos y el piso de madera está en mal estado.
Algunas de las jardineras tienen basura. A pesar de eso, la Plaza Zaragoza no deja conservar algo de esa magia que atrae a muchas personas por las noches y en los fines de semana. Ahí pueden encontrar las nieves de Oaxaca, que llevan años en el lugar, y los puestos que diariamente se instalan para vender “antojitos”; ropa y joyería típica; globos y juguetes para los pequeños. Esto descendió bastante a consecuencia de la pandemia, pero últimamente las personas, aunque guardando las precauciones necesarias, vuelven de nueva cuenta a visitar la Plaza Zaragoza.