Criaturas del universo
La autora es licenciada en Derecho por la Universidad La Salle Noroeste
Hace unos días cumplí una vuelta más al Sol. Luego de 31 vueltas, mareada y con ganas de bajarme de este viaje llamado vida, caí en cuenta de que no sé qué magia tienen en especial mis cumpleaños que desde los 18 me hacen reflexionar y preguntarme quién soy y cuál es mi propósito en esta vida, y en la búsqueda de respuestas se van sumando más preguntas.
En lo personal, hay un poema que considero un credo porque describe lo que la búsqueda de la felicidad debería significar en nuestras vidas y en este espacio te quiero compartir un fragmento del escrito “Desiderata”,de Max Ehrmann: “Tú eres una criatura del universo, no menos que los árboles y las estrellas, tienes derecho a existir, y sea que te resulte claro o no, indudablemente el universo marcha como debiera.
Por eso debes estar en paz con Dios, cualquiera que sea tu idea de Él, y sean cualesquiera tus trabajos y aspiraciones, conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusión de la vida.
Aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso. Sé alegre. Esfuérzate por ser feliz”. Tal como lo describió Ehrmann, somos criaturas del universo buscando la paz en la bulliciosa confusión de la vida.
Confusión que ha planteado preguntas existenciales desde el principio de los tiempos, como aquéllas que dicen: “Para saber a dónde vas debes saber de dónde vienes”, y más importante que ambas, es saber quién eres.
Durante mis años de universidad, el maestro Alejandro Méndez nos hizo ese cuestionamiento y nos llevó todo el verano responder correctamente a la pregunta ¿quién soy? Para empezar, era un curso de Filosofía, así que la respuesta no podía ser tan fácil, antes habría que discernir bastante al respecto. Hoy, con un pequeño ejercicio -si es que aún no sabes quién eres-, yo te ayudaré a encontrarla.
Frente al espejo pregúntate a ti mismo: ¿Quién soy?, y trata de que tu respuesta no sea tu nombre, pues no preguntaste cómo te llamas; tampoco contestes “soy hombre o mujer”, porque la pregunta no fue qué sexo eres; ni se vale decir tu profesión o lo que haces de tu vida.
¿Ves cómo no es tan fácil? Pero no te sientas perdido, vamos avanzando. Por lo menos, ahora sabemos que no eres todo lo anterior. Vamos, no eres ni tu nombre ni a lo que te dedicas ni tus características físicas.
Eres más que eso. Ahora que sabes lo que no eres, mira de nuevo al espejo y observa detenidamente: en él se refleja un cuerpo y luego de un rápido proceso mental, gracias a tu conciencia sabes que en ese cuerpo habita un ser, y ese eres tú. Eres un cuerpo con conciencia.
Ahora habrá que analizar de dónde proviene esa virtud de pensar y ser pensante. Mayoritariamente es atribuida a un ser supremo; habrá otros que lo atribuyan a la simple naturaleza del hombre.
Hasta este punto no hay respuestas incorrectas. La realidad es que de pronto nos vemos arrojados en un mundo al cual no decidimos llegar por voluntad propia, simplemente en un conato de
milagro, de un momento a otro sólo existimos. De ahí que la expresión: “Yo no pedí nacer”, que usas para reclamarle algo a tu jefecita cada que tienes oportunidad, tenga tanto sustento filosófico.
Es a partir del nacimiento que adquirimos esa conciencia, con la que te darás cuenta de tu existencia como un ser corpóreo y pensante traído a una realidad específica, de la cual, podrás elegir qué sentido darle en cada día que vivas en este planeta Tierra como la criatura del universo que eres.
La autora es licenciada en Derecho por la Universidad La Salle Noroeste. Diplomado en Ciencias Sociales y Antropología Filosófica.
Integrante del Colectivo Teatro P.M. y corresponsal de EXPRESO en Cajeme.