Auditorías, su valor…

El autor es periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP.

El espíritu que obedece el ejercicio de las auditorías es el de contar con controles, pero a toro pasado, es decir, luego de que las expectativas colocadas en las tareas a realizar han fracasado total o parcialmente.

Estos sistemas de control localizan los puntos de conflicto en el desarrollo de los procesos, los etiquetan y colocan en un expediente para que, analizados, se les apliquen suturas de solución.

Es información importante, conocimiento que a final de cuentas se convierte para quien la posee, en un as bajo la manga toda vez que le permite aplicar las medidas que la organización requiere para funcionar en modo óptimo.

Son múltiples los tipos de auditorías: externa o legal, interna, operativa, pública o gubernamental, informática, medioambiental, ética, económica-financiera-social, forense, fiscal, de recursos

humanos, médica, de sistemas o especiales, integral, y las temáticas siguen y siguen, de tal manera que hay inclusive una auditoría de eficacia en base al estudio de sus sistemas interconectados y encadenados con otros en el exterior.

Este ejercicio de revisión, evaluación, clasificación, certificación, calificación y recomendación de modelos de efectividad, conlleva a su vez, la integración de una radiografía de un área determinada o bien de toda la organización.

El último tipo de auditoría mencionado (el que revisa la eficacia en base al estudio y evaluación de los procesos tejidos que conforman la red que sostiene a la organización), conlleva un esfuerzo

extra toda vez que se deben proporcionar al contratante, las diferentes herramientas que proporcionen viabilidades de solución de las distintas problemáticas que se presentan en tiempo presente con efecto a futuro mediato.

Es de las más costosas pues inciden y congrega a diferentes tipos de talentos humanos para conceptualizar el salvamento de la organización. La recolección de información se convierte en el recurso básico de trabajo y quienes la recolectan –es un ideal--, evolucionan de manera natural al nivel de consejería, de allí su alto valor.

Un ejemplo. Incumplimiento de indicadores anuales programados. La auditoría  puede determinar la causa y escarbar en los factores originales que desencadenaron ese fracaso.

El auditor a su vez, puede transmutar y convertirse en consejero o asesor de eficacia, ello porque además de conocer el veneno conoce el contraveneno y puede visualizar con mejor percepción (gracias a su experiencia, investigaciones sobre hechos similares ocurridos en otras organizaciones en el mundo, etcétera), que le permita presentar un abanico de decisiones –y sus consecuencias desglosadas--, de las que pueden echar mano para desarrollar el tratamiento del daño localizado.

El autor es periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP.

Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones.

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