Latitud

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos

Venía de la cocina con un cereal, de pronto sale mi hija al pasillo a preguntarme que si en qué latitud me encontraba. Me hizo esa pregunta como tantas otras que me ha hecho que me sacan de órbita. Lo más fácil era decirle que no sabía, que ya mejor se fuera a dormir. Pero aún me quedaba paciencia ese día, y bien creo que si uno no escucha a sus hijos, cuando son niños, en los pequeños detalles, cuando crezcan, no te contarán los grandes.

En fin, le dije: ¿latitud de qué? ¿Altitud, latitud, del globo terráqueo de qué o qué? Sí, contestó con serenidad. Entonces, quise buscar una aplicación de  esas que te muestran las estrellas y constelaciones.

Acordarme un poco de geografía y explicarle eso que ya olvidé... ¿por qué no me pregunta que si qué cereal me serví o cosas  comunes? No podía dejarla con la duda...su curiosidad era en ese momento el espacio para seguir tejiendo lazos. Volteé hacia el cielo por la ventana y señalando a la estrella más brillante susurré a mis adentros: Nostradamus, Galileo, sóplenme una verdad.

Mira le dije, esa estrella desde aquí, desde mi latitud, nunca se mueve. Muy segura lo dije queriendo apaciguarla. Mamá, “esa estrella” es un avión y se está moviendo. Entonces no sé, le dije.

No sé en que latitud estoy.  En el ecuador, en el mundo, en el espacio. No sé. Investigamos un poco las definiciones. Latitud. Altitud. Ecuador. Hemisferio. Pero ella quería saber algo más allá.

Esas palabras sonaban de otra forma en su cabeza. ¿Qué significaba para ella esa pregunta? ¿De verdad a su edad se interesaba por esos temas elevados? Siento que su mente es como la de

El Principito, cuando veía a un elefante en una boa, mientras yo veía un sombrero. Por eso me esmeré en contestarle. Sus ojitos penetraban mi mirada, ella seguía esperando mi respuesta. Solo pude ver de reojo que mi cereal ya estaba aguado. Pensé que al día siguiente le preguntaría a su abuelo, ya que él sabe bien de esos temas, cuando entonces le dije...¿y tú? ¿En qué latitud estás?

Tomó mi mano y la puso sobre su pecho. Al ritmo de su latido, empezó a latir el mío, y me dijo: estoy en la latitud del corazón que late en coordenada con el tuyo, mil veces más cuando en la

órbita infinita de tu abrazo, mis pasos toman rumbo hacia los astros. Y prosiguió con sus lindas palabras más ciertas que el profeta o el astrólogo.

Eso era todo. Mi espacio, mi ubicación en este mundo es solo eso. Un punto, ángulo, grado o coordenada, que sitúa “los porque” de sus andanzas y le dan norte a sus pisadas. Y entonces, entendí que sí hay elefantes en las boas, que si hay mundos paralelos.

Que un niño es inocente mientras puede, y un adulto envejece más de prisa, al sepultar su niñez en vida inerte.

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos,Cuentos Personalizados.

ayalalirio@hotmail.com

IG: letraplasmada;

la.fabrica.de.cuentos