El ataque de los Confibicis

El autor es Comunicólogo Creador de Contenido

Hoy voy a contarles una historia muy particular, la historia de cómo la instalación de unos dispositivos diseñados para proteger la integridad física de los ciclistas en la ciudad causó furor en la capital hermosillense, al grado de convertirse en polémica por  más de una semana.

Disculpen la ironía en el párrafo introductorio, pero es que la reacción de enfado por parte de algunos automovilistas provocada por esta situación es para no creerse. Fuera del tema de conversación  y los buenos “memes” que nunca faltan, creo que hay mucho para reflexionar sobre ello.

Basado en múltiples comentarios de molestia que estuve monitoreando a lo largo de la semana en diferentes noticias con respecto a este tema, encontré algunos muy específicos, a la par de interesantes, como por ejemplo (parafraseando): “Quiten eso, esto es lo que pasa por sentirse neoyorquinos”, o “es un peligro para los que manejamos, vamos a tumbarlos con un marro”,

por otra parte, aunque con diferentes palabras, la gran mayoría declaraba algo así: “quítenlos, como si pasaran muchos ciclistas por ahí”.

En otras ocasiones ya he compartido por este medio cómo la falta de empatía en nuestra sociedad es la base de muchos de nuestros problemas, pero con este hecho en particular realmente me

sorprendió cuán tan ensimismados podemos vivir y no darnos cuenta qué tan lejos de nosotros pasa siquiera la consideración de las necesidades (y aún su propia voluntad) de las otras personas, que creemos que todos tienen que vivir y pensar como nosotros, como si afuera de nuestro estilo de vida, no existiera nada más.

Los confibicis no existen porque haya muuuchos ciclistas, existen porque es necesario para su seguridad, sean los que sean, y no sólo para aquellos que usen bici porque “no les alcanza para un carro”, sino para aquellos que voluntariamente buscan otro medio de transporte (ya sea por motivos sustentables, ejercicio, etcétera).

Con todo respeto, para aquellos que están molestos porque ahora tienen que estar más atentos al volante durante el camino, aprendamos que no todos pensamos igual, no todos tenemos las mismas prioridades, aunque cueste creerlo, adquirir un auto no es la máxima aspiración para todas las personas… todos somos diferentes: tenemos distintas necesidades y deseos.

La próxima vez que algo beneficie a un grupo u otra persona ajena a nosotros y esto nos cause molestia, preguntémonos y meditemos el porqué nos molesta… ¿será que no estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort?, ¿será que queremos encerrar a todos en nuestro mundo?

En el momento en que dejemos nuestros deseos egoístas, veremos con claridad que hay espacio para todos.

El autor es Comunicólogo Creador de Contenido

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