El peligro de las remesas

El autor cursa la Licenciatura en Economía en la Universidad de Sonora.

Las remesas son el dinero que los emigrantes mandan de vuelta a casa. En bases globales, las remesas enviadas a países en desarrollo superaron los 400 mil millones de dólares (algo así como 7, 753, 440’589,261 pesos) muy por encima a lo que la ayuda extranjera podría enviar a estos países, similar en tamaño a los flujos de préstamos e inversiones de capital, y comenzando a acercarse al nivel de inversión extranjera directa que tienen estas naciones.

Estas entradas de fondos son claramente útiles para las familias receptoras, ayudando a aumentar y suavizar su consumo. ¿Pero ayudan a impulsar el crecimiento económico general del país receptor?

A nivel general, los países que reciben más remesas (como porcentaje del PIB) no parecen crecer más rápido, veamos el ejemplo del Líbano.

Durante muchos años, este país ha sido uno de los principales receptores de remesas, tanto en términos absolutos como relativos. Durante la última década, las entradas han promediado más de 6 mil millones de dólares por año (115,772’400,000 pesos), equivalente al 16% del PIB.

El Líbano recibió 1,500 pesos por persona en 2016, más que cualquier otra nación, según datos del FMI.

Dada la magnitud de estas entradas, no debería sorprender que las remesas desempeñen un papel importante, si no es que tienen un papel clave en la economía del Líbano. Constituyen una parte esencial de la red de seguridad social del país, y representan en promedio más del 40% de los ingresos de las familias que los reciben.

Si bien las remesas han ayudado a la economía libanesa a absorber los choques, no hay evidencia de que hayan servido como motor de crecimiento. El PIB real per cápita en el Líbano creció sólo un 0.32% en promedio anual entre 1995 y 2015. Incluso durante 2005–15, creció a una tasa promedio anual de sólo el 0.79 %. El Líbano no es un ejemplo aislado. De los 10 países que reciben las mayores entradas de remesas en relación con su PIB, como Honduras, Jamaica, la República Kirguisa, Nepal y Tonga, ninguno tiene un crecimiento del PIB per cápita superior al de sus pares regionales.

Y para la mayoría de estos países, las tasas de crecimiento están muy por debajo de sus pares. Volviendo al caso del Líbano, se podría esperar que la población bien educada del país apunte a un

crecimiento robusto. Las familias libanesas, incluidas las que reciben remesas, gastan gran parte de sus ingresos en educar a sus jóvenes.

El Líbano también alberga a tres de las 20 mejores universidades de Medio Oriente, y los investigadores de estas universidades producen más trabajos de investigación que sus pares regionales.

Pero las estadísticas muestran que el Líbano tiene una actividad empresarial mucho menor de la que debería, especialmente en el sector de la tecnología de la información y la comunicación de alta tecnología.

El tamaño de este sector es inferior al 1% del PIB, y el Líbano tiene un puntaje muy bajo en los indicadores internacionales del desarrollo de este sector.

En lugar de iniciar nuevos negocios, o incluso trabajar en empresas establecidas, muchos jóvenes libaneses optan por emigrar. Las estadísticas son duras: hasta dos tercios de los hombres y casi la mitad de las mujeres graduadas universitarias abandonan el país.

Por lo tanto, parte de la trampa de las remesas parece ser el uso de esta fuente de ingresos para preparar a los jóvenes a emigrar en lugar de invertir en negocios en el hogar. En otras palabras, los países que reciben remesas pueden llegar a depender de la mano de obra exportadora, en lugar de los productos básicos producidos con esta mano de obra.

Alentar la emigración y las remesas puede ser una forma de que los gobiernos eviten realizar reformas políticas más duras y opciones que podrían impulsar el crecimiento interno, y alentar a los emigrantes a establecer redes y construir cadenas de producción en sus países de origen que van más allá del envío de dinero.

En la medida en que los gobiernos imponen impuestos al consumo, por ejemplo a través de los impuestos sobre el valor agregado, las remesas amplían la base impositiva. Esto permite a los gobiernos continuar gastando en cosas que les ganarán apoyo popular, lo que a su vez ayuda a los políticos a ganar elecciones.

Dados estos beneficios, no es de extrañar que muchos gobiernos alienten activamente a sus ciudadanos a emigrar y enviar dinero a sus hogares, incluso estableciendo oficinas oficiales o agencias para promover la emigración en algunos casos. Las remesas facilitan el trabajo de los políticos al mejorar las condiciones económicas de las familias individuales y hacer que sean menos propensos a quejarse del Gobierno o controlar sus actividades.

Este fomento oficial hace que la trampa de remesas sea aún más difícil de escapar. ¿Suena familiar?