La prevención del cáncer cervicouterino: ¿en qué estamos fallando?

La autora es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte y Directora de Agrupación George Papanicolaou Hermosillo.

El pasado 9 de agosto conmemoramos en México el “Día Nacional contra el Cáncer Cervicouterino”, con la finalidad de aumentar la concientización sobre la prevención de esta enfermedad y para que, de manera conjunta, Gobierno y sociedad civil, den la batalla a este padecimiento.

A nivel mundial el cáncer de cérvix se encuentra entre los 10 tipos de cáncer con mayor tasa de mortalidad según Globocan (Global Cancer Observatory).

En México este padecimiento ocupa el lugar número 5 en prevalencia de nuevos casos y el lugar 9 en mortalidad.

Algunos de los factores de riesgo son: Actividad sexual a edad temprana, múltiples parejas sexuales, padecer enfermedades de transmisión sexual, un sistema inmunitario debilitado, una alimentación deficiente y el tabaquismo.

Al considerar los factores de riesgo, es útil enfocarse en los que se pueden cambiar o evitar, con el objetivo de reducir la probabilidad de prevalencia.

La tasa de mortalidad por cáncer cervicouterino puede disminuir significativamente con el uso de pruebas de papanicoloau y virus de papiloma humano, lo que permite detectar infecciones y lesiones a tiempo, sin embargo, a pesar de los esfuerzos que se hacen por parte distintas organizaciones y las autoridades en materia de salud, no se ha tenido éxito en esta tarea.

El fracaso en las políticas públicas de prevención de cáncer de cérvix en México, están asociadas a su deficiente planeación y ejecución, pero también a una estructura social que en el discurso busca dar solución al problema, pero que hace juicios muy duros acerca de la vida y prácticas sexuales de sus mujeres, además de no considerar los factores religiosos, culturales y sociales en su estrategia.

La detección temprana de lesiones y factores de riesgo continuará sin éxito mientras exista una cultura machista que prohíbe en muchos casos hacerse el estudio de Papanicoalou, por considerar aberrante que otra persona pueda ver el cuerpo de la que consideran “su mujer” y definitivamente, no se tendrá éxito mientras las mujeres sigan expuestas a las miradas de juicio, cuando deben declarar las parejas sexuales que han tenido a lo largo de su vida.

En el caso de las mujeres más jóvenes, el problema puede ser mayor, pues siendo una sociedad tan conservadora, se niegan a aceptar que han iniciado su vida sexual y por ende no se practican la prueba.

Es un tema que familiarmente no es común y que sigue siendo incómodo en su abordaje por parte de los padres o tutores.

A esto, todavía hay que agregar factores culturales y psicológicos como la pena, vergüenza, angustia y el miedo a sentir dolor.

Dar la batalla a esta enfermedad debe ser una tarea corresponsable de todos los actores sociales, entendiendo que la información es clave, pero lo es también el desarrollo de acciones que incorporen en sus programas, los enormes retos que tenemos como país en el desarrollo de una cultura del autocuidado y de la desmitificación de que el valor de la mujer reside en sus prácticas sexuales.

La capacitación de los actores, el cambio de discurso en la sociedad y la modernización de las estrategias es urgente, antes de que se pierdan más vidas.

La autora es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte y Directora de Agrupación George Papanicolaou Hermosillo.

@PaulaTakashima