Educación artística

El autor es consultor de mercadotecnia y publicidad desde 1985.

Nuestro tiempo se ha dado en llamar la Era del Conocimiento.

Aún y en estos trances que pasamos actualmente con el confinamiento global, a nuestra época la llamamos así, la Era del Conocimiento.

Vivimos en la Sociedad del Conocimiento, donde vale más lo que sabes que lo que tienes.

Incluso en lo comercial, hay ejemplos tajantes: Estados Unidos, ese gran coloso comercial, cubre su enorme déficit comercial gracias a su conocimiento; su balanza siendo negativa por comprar más cosas que las que vende, se compensa con el superávit que le da su conocimiento por regalías y honorarios.

Ha sido común recibir y compartir en las redes y grupos sociales fotografías de pequeños en sus casas en actividades de aprendizaje.

De las escenas más repetidas han sido las que muestran a los niños dedicados a quehaceres artísticos, pintando, modelando una figura, integrando un collage, etc.

Actividades artísticas que completan y profundizan su formación.

Consideremos este panorama, y reflexionemos sobre la educación artística.

Primero, será sano ubicar el papel primero de la Educación ante cada individuo: cultivar lo mejor de él, para que se incorpore adecuadamente a la sociedad en la que vive.

Pero, ¿qué significa que se incorpore adecuadamente?

-Que el individuo sea feliz con lo que hace. Que le guste lo que hace y, por tanto, lo haga con gusto.

-Que el individuo sea pleno. Que lleve a efecto los talentos de los que goza, manifestándolo a los otros.

-Que el individuo sea proactivo. Que tenga el espíritu para iniciar actividades en bien de la Comunidad.

Si a la persona sólo se le da una instrucción operativa, sabrá encajar en el engranaje comercial; pero no será un ser pleno porque mucho de sí quedará sin desarrollar.

Sin plenitud, se limita la libertad de ser todo lo que uno puede llegar a ser.

Limitar la libertad lleva a la infelicidad.

Y un ser infeliz no ensambla en ningún lado, y se convierte en un lastre social.

En nuestra comunidad encontramos centros dedicados a la enseñanza, más allá de las escuelas formales, y ¡qué bueno!

Diversos centros educativos, dedicados a actividades lúdico-artísticas para niños, para jóvenes, para adultos, para mayores, que con el trabajo diario contribuyen verdaderamente a la formación de mejores individuos.

Esa es la filosofía y la misión que claramente podemos observar en diversas alternativas en nuestra ciudad, y también es la filosofía y misión que podemos sobre entender en alternativas que quizá no lo profesan ni enarbolan explícitamente, pero que tácitamente se suman a esas iniciativas enfocadas a edificar mejores individuos.

Con ese trabajo uno a uno, se ayuda a que cada niño y joven encuentre su talento; y se ayuda a que cada adulto se reencuentre consigo en el talento latente que sigue dentro.

Qué importante que ese don se pula y se manifieste.

Cada vez que eso se logra, la persona avanza hacia su felicidad.

La seguridad que se adquiere al conocerse uno mismo y llevar a cabo sus cualidades es inigualable.

Conocer sus capacidades y ponerlas en ejercicio aportará la iniciativa necesaria a cada niño, joven y adulto que entra en los caminos del arte y la cultura.

Así, cada uno se sumará a la edificación de una mejor sociedad.

La educación artística tiene mucho que ver con la edificación de un mundo mejor.

Por un México más bueno, más culto, más rico y justo.

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