‘El loquito de la llanta’

El autor es miembro fundador de la Sociedad de Parrilleros de Sonora.

Mi padre es ganadero y me llevaba al rancho y no es que yo quisiera ir, pero antes los padres no preguntaban ni tampoco te resolvían todos tus problemas pues era parte de tu aprendizaje y educación.

En una de estas ocasiones, siendo yo un adolescente, viajaba cómodamente en el asiento del copiloto, regresábamos de uno de esos viajes, era medio día de un sábado del mes de agosto; me abrazaba la comodidad del asiento de esa Cheyenne color gris y su aire acondicionado acariciaba mi rostro.

El camino de terracería apenas se sentía y oía la radio adormilado, cuando de repente mi padre disminuye la marcha, volteo sólo para observar que se detuvo a recoger a un ‘loquito’ que esperaba raite pacientemente a un lado del camino, rápidamente se trepó a la caja del pick up y emprendimos nuevamente el viaje.

A los pocos kilómetros escucho uno de los ruidos más escalofriantes que tengo en mi memoria, era un chip, chip, chip, chip, chip…

Una llanta delantera había agarrado un clavo y el aire se salía inevitablemente.

Al mismo tiempo que don Jorge se detenía, comencé a pensar en lo que esa desavenencia implicaría para mí; tendría que dejar la comodidad de mi asiento refrigerado, apearme del vehículo, bajar la herramienta ardiendo como el jack, la cruceta y la llanta de repuesto, tirarme en la tierra caliente, poner el jack, levantar el carro, quitar tuercas, cambiar llanta, subir llanta, etcétera.

Cuando el carro se detuvo, cuál fue mi sorpresa que vi saltar encantado de la vida a nuestro pasajero con todo y la llanta de repuesto; rápidamente bajó toda la herramienta, levantó el carro, cambió la llanta, y yo no sudé ni una gota, me quedé allí sentado, oyendo la radio con el aire prendido.

Han pasado más de 30 años de esta anécdota y ahora soy padre de familia y por razones que aún no logro entender no me he convertido en el padre que es mi padre, más bien me he convertido en ‘El loquito de la llanta’.

Si a tu hijo se le olvida la tarea y rápidamente dejas todo lo que estás haciendo y corres a llevársela, eres “El loquito de la llanta”.

Si a media noche los ‘señores’ quieren cenar ‘perches’, te quitas las pijamas y corres a cumplir sus caprichos, eres ‘El loquito de la llanta’.

Si no tiene gasolina el carro y los ‘señores’ van a salir, sales disparada a ponerle para que no batallen, eres ‘La loquita de la llanta’.

Si a tu hijo se lo llevan a la comandancia por conducción punible y te arrancas con un séquito de abogados para liberar al infante, eres ‘El loquito de la llanta’.

Si tus hijos pidieron mascota y se la compraste con la condición de que ellos la atendieran y vives limpiando y dando de comer al perro, eres ‘El loquito de la llanta’.

Que tengan un buen fin de semana y eviten ser ‘El loquito de la llanta’ de sus hijos.

 

JORGE TAPIA ÍÑIGO

El autor es miembro fundador de la Sociedad de Parrilleros de Sonora.