Historias y leyendas rodean las calles de Álamos
ÁLAMOS, SONORA.- Caminaba por el panteón como si estuviera en una pasarela: contenta, segura y saludando a todos los que la rodeaban, aunque estuvieran muertos.
Cuenta Blanca, una residente de Álamos de 70 años, que cuando era pequeña existió una mujer llamada ‘María Toribio’; alta, elegante y quien la cuidaba a ella y a sus hermanos en algunas noches.
Pero una de esas noches sería distinta y daría paso a una de las historias más contadas de Blanca hacia sus hijos, nietos y hasta bisnietos.
El Panteón Municipal del pueblo mágico de Álamos, en Sonora, data desde 1794, año en el que dejó de permitirse que las familias adineradas fueran enterradas al interior de la Parroquia.
Algunas de las sepulturas más viejas aún con lápidas a la vista, datan del año 1905, pero existieron muchas otras que debido al desgaste y a las tradiciones de aquellos años, no cuentan con nombres ni datos de identificación.
Este se convertiría, con el paso de los años, en uno de los lugares favoritos de ‘María Toribio’ por los que pasaba cada noche con Blanca y sus hermanos, hacia su pequeña casa ubicada al otro lado del panteón.
“Siempre que cruzábamos el panteón ella nos decía que los muertos se levantaban de sus tumbas para saludarla y bailarle, pero en lugar de darnos miedo nos reíamos”, recuerda.
En una ocasión, recuerda, después de cruzar el cementerio y llegar a su casa, ‘María Toribio’ notó la presencia de un tecolote parado en el marco de lo que era la ventana: un simple hoyo sin vidrio ni protección a un lado de la hornilla.
Aunque intentaba ignorarlo, la mujer no podía evitar sentirse irritada por el animal y por los sonidos molestos que este emitía, haciéndola enojar.
“Agarró una braza caliente de la hornilla, se la puso en la cola y el tecolote salió volando muy rápido”, cuenta Blanca.
Al día siguiente, continúa, en todo el pueblo se supo que un unido había amanecido ‘bichi’ y con la cola quemada en un campo por las orillas del lugar.
Blanca asegura que el poder de una madre era tan fuerte, que si esta maldecía a su hijo y le deseaba que se convirtiera en algún animal, así sucedía; caso que Blanca vio convertirse en realidad esa noche en la que, por cierto, no durmió.
Estas y otras historias se escuchan por las calles de Álamos: el bebé de dos cabezas, la gallina fantasma y sus pollitos, la novia asesinada por sus padres y muchas otras leyendas que han sido inmortalizadas y pasan de generación en generación haciendo del lugar un pueblo lleno de misterios que hacen juego con su historia colonial.
EXP/AG/EV/EN/2019