El lado macabro de Hermosillo

Nadie pone en duda que Hermosillo es una ciudad con un encanto y una mística alrededor que hace que los visitantes y los propios locales se sientan maravillados y atraídos.

HERMOSILLO, SON.- Nadie pone en duda que Hermosillo es una ciudad con un encanto y una mística alrededor que hace que los visitantes y los propios locales se sientan maravillados y atraídos. Sin embargo, también es una ciudad en la que, según la gente cuenta, han ocurrido historias que sobrepasan el entendimiento, la lógica y generan incertidumbre: hechos sobrenaturales que simplemente no se les encuentra explicación.

La capital de Sonora ha fungido como un escenario y testigo de sucesos que causan suspenso, miedo o que todavía buscan encontrar un significado. Se tratan de leyendas que se cuentan todavía entre la gente, ya sea para generar temor entre niños y jóvenes o generar ese ambiente macabro, sobre todo en celebraciones como el Día de Muertos.

Desde hace mucho tiempo, las historias más insólitas y sobrenaturales han tenido lugar entre sus calles o sus edificios. Una de estas leyendas es la del Casino del Diablo, la cual ha causado desconcierto y temor entre los habitantes desde hace 70 años.

De acuerdo con los relatos, durante la fiesta de fin de año de 1950 se ofreció una gran fiesta en un casino en la colonia Country Club. Dicho casino era bastante lujoso y atractivo, convirtiéndose en un punto de reunión para los jóvenes de la época.

Arreglados con sus mejores ropas, con peinados perfectamente estéticos y zapatos de baile bien pulidos, todos acudieron a aquel inmueble para disfrutar de la fiesta. Linda era una joven que acudió a dicha celebración, pese a la negativa de su madre, quien no le había dejado ir ya que se encontraba en su cama muy enferma.

La damisela acudió al casino al escaparse desde su ventana y apoyada por sus amigos. Una vez en la fiesta, Linda recibió muchas propuestas para bailar, pero ella no las aceptaba. No fue sino hasta que se apareció un joven misterioso de cabello oscuro, con grandes ojos y un impecable traje, que la chica aceptó concederle una pieza.

Todo marchaba bien hasta que llegó la media noche y los primeros minutos del Año Nuevo. Linda comenzó a acalorarse, sintió que su espalda le ardía y se revisó: su sorpresa fue que tenía marcada la mano de su cita, como si se hubiera calentado y plasmado en su vestido.

En ese momento, todos comenzaron a oler azufre, mientras la temperatura dentro del casino aumentaba. En ese momento, todos voltearon a ver al centro de la pista, donde se encontraba la pareja bailadora. Horrorosa sorpresa fue ver que el hombre desconocido no tenía zapatos, sino una pata de gallo y otra de cabra.

El miedo no se hizo esperar: Linda se desmayó y el joven desapareció. Todos los invitados salieron despavoridos ante la presencia de llamas, hasta que el casino terminó destruyéndose y dejando únicamente unas paredes que pueden verse sobre el cerro en el que se encontraba el casino.

Nadie sabe qué pasó con Linda. Unos señalan que terminó internada en un centro psiquiátrico, en tanto otros aseguran que fue el mismo demonio el que se la llevó hasta las profundidades del inframundo. Lo cierto es que es una historia que sigue generando desconcierto hasta la fecha, pues los vecinos a esta infraestructura cuentan que todavía se percibe olor a azufre y el ambiente es tenso, incluso ha llegado a ser punto de reunión de ocultistas y han aparecido cuerpos incluso.

Pero no es la única historia que se cuenta en Hermosillo. La leyenda popular de la cueva de La Sauceda señala que todo aquel que se aventura a adentrarse en la caverna no ha vuelto a salir. Al igual que el Casino del Diablo, estamos frente a una historia que se ha contado por muchos años en la capital sonorense.

Se cuenta que un ladrón fue tan exitoso en sus fechorías y llegó a conseguir enormes ganancias en sus asaltos. Su paranoia de que llegara a perderlo todo fue tal, que decidió llevar toda su fortuna ilícita a una cueva en el Parque La Sauceda, una cueva que parecía laberinto.

Muchos han asegurado que un cuerpo se encontró en la caverna y, con la narrativa de las historias urbanas, dieron a la conclusión de que se trataba del ladrón y que su dinero se encontraba oculto ahí. Sin embargo, la leyenda advierte que todo aquel que ha entrado a la cueva, no ha vuelto a salir.

La calle Aquiles Serdán también tiene historias conocidas como la de un ex convento de monjas del siglo XX, en el que mujeres embarazadas solían esconderse y unirse al propio convento. Lo extraño era que muchas de estas jóvenes no volvían a aparecer, mientras la gente sospechaba más sobre las prácticas en aquella edificación.

Con el tiempo, el crecimiento demográfico y el surgimiento de vivienda y edificios obligó a demoler el ex convento. Es aquí donde la gente cuenta que los albañiles se encontraron los restos de mujeres y bebés en el interior de las paredes. Muchos aseguran que los cadáveres eran ocultos en la propia edificación para que nadie supiera qué pasaba.

La historia señala que son muchos los que tratan de no pasar por esta calle, debido a que los lamentos de mujeres y los llantos de bebés suelen escucharse por las noches.

Tampoco podemos olvidarnos del Museo de la Universidad de Sonora, en el que la gente asegura que espectros han hecho apariciones o que se escuchan ruidos extraños entre sus pasillos.

Por un lado, se cuenta que unos niños jugaban en el museo cuando apenas se había inaugurado y uno de estos infantes terminó cayendo en un hoyo profundo, en el que se iba a instalar un elevador. Nadie se dio cuenta hasta mucho después, cuando el olor les guio al cuerpo del pequeño. Hay quienes aseguran que se escuchan a niños reírse cerca del elevador.

Una de las historias más sonadas es la de Estela Vázquez, una bibliotecaria que trabajó por tres décadas en el museo y de quien se rumora su espíritu merodea la biblioteca del museo, moviéndose sillas por las noches, silenciando a la gente o el ruido de libros acomodándose.

Otros dicen que por las noches se escucha a alguien tocar un órgano, pero nadie encuentra al músico que lo hace. Apariciones repentinas de luces, un soldado que aparece y desaparece marchando, sonidos de un aparente pintor que se murió mientras realizaban murales en las paredes… son solo algunas de las cosas que la gente cuenta, pero que nadie quiere comprobar por seguridad o por el propio miedo de no querer encontrarse con lo sobrenatural.