El valor de la ministra

"El valor de la ministra", escribe Salvador García Soto en #SerpientesyEscaleras

Además de defender a un Poder como el Judicial y recuperar la dignidad del cargo de presidenta de la Suprema Corte, la ministra Norma Piña, que el domingo se sublevó al poder presidencial en el Teatro de la República en Querétaro, demostró que tiene el valor de hacer lo que pocos se atreven en México. Ningún hombre de la política y mucho menos una mujer, habían protagonizado un acto de desafío abierto al presidencialismo omnímodo, ni en sus épocas del PRI ni en la restauración de la Presidencia Imperial que se vive con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

La manera en que la ministra encaró las muestras de descortesía, molestia y distanciamiento con que la recibieron en el acto de aniversario de la Constitución, fue digna, valiente y precisa en el discurso. Ante las groserías del Presidente y la ruptura del protocolo que la alejó lo más posible en el presídium, la ministra presidenta respondió con un gesto que decía claramente "si no me respetan a mí, respetan a la Corte" y permaneció sentada cuando todos sus compañeros en el escenario del republicano teatro se levantaron de su asiento y aplaudieron la llegada del Presidente. La imagen de la titular del Poder Judicial aplaudiendo sí al Presidente, pero sentada, fue apenas el primer desafío público que lanzó la ministra ante la presidencia autoritaria.

Después vendría el "no saludo" al Presidente ni la mención siquiera de su nombre y presencia en el evento: "Distinguidos miembros del presídium", dijo al comenzar su discurso la ministra Piña, que luego saludaría a los "señores ministras y ministros aquí presentes" y a las "consejeras y consejeros de la Judicatura Federal". Así con un saludo genérico para todos los que presidían el evento republicano, la presidenta de la Corte ignoró y omitió el nombre del Presidente de México, algo que quizás sucedió por primera vez en un acto público y oficial en los tiempos del presidencialismo mexicano y por supuesto por primerísima vez en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al que nunca nadie ignoró en un evento oficial.

Unos minutos después se vio cómo calaron de fuerte en el ánimo del Presidente los actos de la ministra: cuando hizo los saludos para abrir su discurso, López Obrador también ignoró a la ministra y de paso a los presidentes de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores: "señores representantes de los Poderes Legislativo y Judicial", dijo secamente el mandatario para no mencionar la presencia de la ministra.

Al final, como decía un amigo, eso se volvió "un duelo de descortesías" entre el Presidente y la presidenta de la Corte. Pero en la cultura política del presidencialismo no es lo mismo que el Presidente sea descortés con alguien, a que alguien sea descortés con el Presidente y menos en un acto público. Por eso las escenas que vimos el domingo en vivo y en directo en el Teatro de la República son inéditas en la política mexicana y hablan de la fuerza y determinación con la que llegó la primera mujer presidenta de la Corte en la historia a ejercer su cargo.

Ayer mismo el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, que fue el primero en conocer la posición de autonomía que proclamó la ministra Piña, le recomendó a la presidenta de la Corte "que se conduzca con profesionalismo" y negó que exista la posibilidad de un encuentro directo y personal entre el Presidente y la titular del Poder Judicial. "Bueno, ella ha hablado de que hay independencia, pues vamos a esperar", respondió el Secretario quien dijo tener una "relación fluida" con la ministra, a pesar de sus posiciones encontradas.

Ayer en las redes sociales y en reacciones de políticos de la oposición, la ministra Piña era destacada por su valor al desafiar de esa manera al Presidente y, en varios chats de jueces, magistrados y funcionarios del Poder Judicial, se aplaudía a la presidenta de la Corte y se apoyaba su posición de defensa y de reclamar de frente al Presidente "respeto a la libertad e independencia de los jueces".

La guerra, pues, entre la Presidencia y la Corte parece declarada y es muy claro que López Obrador perdió el control y la influencia que tuvo en la Suprema Corte en sus primeros cuatro años y que lo que se viene es un encontronazo entre el brazo duro de la Presidencia de la República y la presidencia de la Corte, del que van a salir chispas, amparos y seguramente campañas en contra de la ministra. Será, literalmente, un choque de poderes que veremos hasta dónde puede llegar… Se baten los dados. Escalera Doble para El Gran Diario de México y para su credibilidad periodística.