¿‘Mucho que celebrar’?, la alegría de la Presidenta
"¿‘Mucho que celebrar’?, la alegría de la Presidenta", escribe Salvador García Soto en #SerpientesyEscaleras
¿‘Mucho que celebrar’?, la alegría de la Presidenta
Convocada y tratada desde el poder como "única marcha legítima", la concentración que prepara la Presidencia de la República para "celebrar" lo que ellos consideran "7 años de transformación", será no sólo una costosa movilización, con cargo al erario, de acarreados procedentes de toda la República, sino que parecerá también un espectáculo macabro de celebración en un país donde la muerte ronda todos los días con 55 asesinatos violentos (2.3 mexicanos asesinados cada hora), donde agricultores y transportistas exigen seguridad y precios justos; donde no hay medicamentos ni tratamientos o camas disponibles en hospitales públicos; y donde 11 mujeres son asesinadas cada día en el territorio nacional.
Ninguna de esas cifras amerita celebración alguna, como tampoco nadie, en su sano juicio o con una visión objetiva de la realidad, celebraría que tengamos 125 mil mexicanos desaparecidos de los que no se sabe paradero ni si viven, mueren o están siendo explotados y esclavizados; o que en el sexenio anterior llegáramos a la cifra récord de 202 mil mexicanos asesinados con violencia, que se suman a 25 mil homicidios del primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum; y mucho menos parece digno de celebrar que las extorsiones o cobro de derecho de piso del crimen organizado se dispararan, en los primeros seis meses de esta administración, a la cifra récord de cinco mil 887 víctimas, sin contar la gran cifra negra que no denuncia ese delito.
Los campesinos, por ejemplo, que hoy cumplen su cuarto día de paros y bloqueos carreteros, en demanda de precios justos de garantía para el maíz y en busca de que se revise la Ley de Aguas Nacionales que les quiere quitar derechos adquiridos en las concesiones de agua de las que depende su actividad, no tienen nada que celebrar, y mucho menos los transportistas o choferes de camiones de carga que protestan con ellos y también bloquean carreteras en demanda del derecho básico de cualquier mexicano: seguridad y orden en las carreteras nacionales para poder trabajar sin ser víctimas de la delincuencia y la extorsión de las autoridades.
Tampoco los médicos y personal de salud de múltiples instituciones u hospitales del sector público encuentran motivo para celebraciones, cuando últimamente han tenido que salir a las calles, hacer paros y marchas para denunciar desde la falta de pagos en el IMSS Bienestar, hasta la escasez de insumos, medicamentos y condiciones dignas para atender a sus pacientes y ejercer su profesión. Como tampoco las cientos de miles de madres y familiares buscadores, que no encuentran a sus hijos ni reciben apoyo, recursos o seguridad del Estado en esa búsqueda y, por el contrario, lo único que les da la Presidenta, como lo hizo su antecesor, es la espalda y adjetivos de que su búsqueda cruel y desesperada tiene "tintes políticos".
Mucho menos los sinaloenses y en particular los culiacanenses querrán celebrar ya un año y dos meses de guerra narca que les ha robado la paz y la tranquilidad y ha colocado a su ciudad como una de las más violentas de México y en donde se dispararon todos los delitos, desde los homicidios violentos, hasta el robo de autos y los feminicidios, a partir de que el gobierno no puede o no quiere terminar con los enfrentamientos de las dos células del cártel sinaloense que convirtieron al estado y a su capital en territorio de guerra.
Igual que los michoacanos, que siguen enardecidos por los asesinatos de Carlos Manzo y de Bernardo Bravo, y que padecen una violencia cotidiana y un narcogobierno que tolera, auspicia y es cómplice de los cárteles de la droga que se disputan el productivo territorio de Michoacán; ni los guerrerenses, que viven en el miedo constante, la violencia y la extorsión de siete células criminales que actúan en su territorio; o los jaliscienses que son presas del CJNG que controla y domina todo lo que pasa en el estado; o los tamaulipecos que en su frontera conviven a diario con el miedo y la violencia narca; o los tabasqueños que, con todo y su Miss Universo cuestionada, siguen padeciendo la violencia que les dejó La Barredora y sus exgobernadores Adán Augusto y Carlos Merino. Y así a cualquier estado de la República que se voltee a ver, hay un ambiente de violencia y control del narco, que no amerita celebrarse o festejarse.
Ni siquiera la economía del país, que se encuentra estancada y con amenazas de recesión, tiene nada que celebrar; con una deuda que ha crecido como nunca, una informalidad que ya alcanzó 54% del empleo; con inversiones extranjeras que se contraen y denuncian la falta de certidumbre por un Poder Judicial politizado y el riesgo de perder o modificar el próximo año a su motor principal que es el TMEC, la economía de los mexicanos no está para festejos, aunque no la de la mayoría, pero sí la de los grandes magnates como Carlos Slim, Alberto Bailleres o Germán Larrea, que han incrementado notablemente sus fortunas con aquellos que pregonaban que "primero los pobres".
¿Y entonces? Si no existen motivos reales que celebrar para los ciudadanos, los trabajadores, los campesinos y los profesionistas, que por cierto desaparecieron como sectores en el discurso y las prioridades de la llamada 4T, donde sólo se nombra y se ensalza "al pueblo" que es una entelequia amorfa que alude más a una clientela política y de votantes, más que a ciudadanos de carne y hueso que produzcan y contribuyan al crecimiento del país, ¿qué va a salir a celebrar la Presidenta con sus huestes clientelares e incondicionales?
La de este sábado será realmente una celebración del poder, por el poder y para el poder. En la que no importa qué digan, sientan, vivan o piensen la mayoría de los mexicanos, porque lo único que importa es la percepción que tienen los que gobiernan y detentan el poder. Ellos, sus gobernantes, líderes y funcionarios y políticos que viven y se benefician del erario y de la enorme corrupción tolerada e institucionalizada por Morena, llenarán el Zócalo para autocelebrarse, autoelogiarse y autorreconocerse por "7 años de transformación", una transformación que para ellos ha sido de abundancia y riqueza económica, pero para el país sólo ha traído deterioro institucional, mayor violencia homicida y debilitamiento de la democracia y los equilibrios de poder… Los dados repiten la doble Escalera. Buen tiro.

