No hay ‘fantasma de militarización’, pero sí un gobierno militarizado
No hay ‘fantasma de militarización’, pero sí un gobierno militarizado, escribe @SGarciaSoto en #SerpientesYEscaleras.
Con el Ejército mexicano y la Secretaría de Marina avanzando cada vez más en labores de gobierno y administrativas que, por ley y tradición siempre realizaron civiles en el país, el presidente Andrés Manuel López Obrador insiste en que no hay un “fantasma de militarización” en su administración, aun cuando soldados, generales y almirantes controlan ya varias áreas sustantivas del gobierno civil que van desde la construcción de obra pública, hasta la administración de vacunas contra el Covid-19, pasando por el control y manejo de los Puertos Mercantes, las Aduanas fronterizas, el Banco del Bienestar, el combate al robo de hidrocarburos y custodia de pipas de Pemex, Programa Sembrando Vida y, por supuesto, la seguridad pública.
Si a eso se suma que las Fuerzas Armadas, en su conjunto, hoy gozan del mayor presupuesto público de la historia con 148 mil 033 millones de pesos –el doble de los 75 mil millones que tuvieron en el último año de Peña Nieto-, que el próximo año les aumentarán 50 mil millones de pesos más para el manejo de la Guardia Nacional, que dejará de ser una policía “civil”, al menos en la ley, para convertirse en un cuerpo de policía militar, y que ahora el Ejército y la Marina también tendrán sus propios ingresos financieros por la administración de Aeropuertos, Tren Maya y otras “concesiones” financieras y administrativas que les está otorgando el presidente, no hay duda de que estamos ante una “época de oro” para las fuerzas castrenses, que se reconozca o no, cada vez acumulan más tareas civiles -y con ellas el poder que conlleva- además del presupuesto público.
Muy lejos ha quedado aquel discurso de campaña del candidato López Obrador que cuestionaba “el uso del Ejército para tareas para las que no fue creado” y afirmaba que si él llegaba a la Presidencia “voy a devolver a los militares a sus cuarteles”.
“Acerca del fantasma de la militarización, yo quiero comentar que no hay esa idea, ese propósito de querer enfrentar el problema de la inseguridad sólo con el uso de la fuerza. No hay afanes autoritarios, no hay una guerra… Queremos que la Guardia Nacional se consolide y que antes de terminar nuestro gobierno esté dependiendo de una institución fuerte, disciplinada, profesional, leal, como la Secretaría de la Defensa, lo mismo que la Secretaría de Marina, que siempre he dicho, son los dos pilares del Estado nacional, que nos están ayudando mucho”, señala ahora el presidente López Obrador.
Pero la medición más real del terreno que han ganado los militares en el gobierno civil no está sólo en los recursos presupuestales y en sus más de 12 tareas civiles que hoy controlan, sino en las afirmaciones y la constante presencia e influencia de los dos jefes militares en Palacio Nacional, el general Luis Cresencio Sandoval y el almirante José Rafael Ojeda, dos de los hombres de mayor confianza y cercanía del Presidente. El general Sandoval ha dicho en discursos y en comparecencias ante el Senado “que no hay militarización y no hay por qué preocuparse porque no estamos en el gobierno para dirigir alguna área que no sea de nuestra especialidad”, además de que también ha acusado que el “sistema judicial es el que menos cumple sus funciones en el tema de seguridad y narcotráfico”, mientras que el almirante Ojeda de plano acusó: “Parece que al enemigo lo tenemos en el Poder Judicial” y en fecha reciente dijo que “México carece de servidores públicos honestos. Por eso tenemos este problema de una alta corrupción”.
Ese es quizás el más claro indicador del avance militar en la vida civil, que junto al cada vez mayor poder económico y político que se le da a las instituciones castrenses al controlar áreas enteras del gobierno, también viene el discurso de “superioridad moral” de los militares sobre los civiles, algo que puede parecer para muchos cierto y hasta inofensivo, pero que construye una narrativa en la que los castrenses pueden hacerlo todo de manera más eficiente y honesta que los civiles. Entonces ¿quién necesita un gobierno civil ineficiente y corrupto?