La política exterior bipolar y el canciller bajo fuego

La política exterior bipolar y el canciller bajo fuego, escribe Salvador García Soto en #SerpientesYEscaleras

Lo que sucede con la política exterior de México ya es casi un tema de esquizofrenia diplomática: por un lado el canciller Marcelo Ebrard habla de diálogo, entendimientos y acuerdos, mientras desde Palacio Nacional el presidente López Obrador y sus asesores más radicales atacan a gobiernos de otros países, descalifican a cancilleres y acusan a Parlamentos, como el de Europa, de ser "borregos y parte de una estrategia perversa del bloque corrupto para desestabilizar al proyecto de la Cuarta Transformación".

Es como si en el manejo de nuestras relaciones internacionales nos hubiéramos vuelto un país bipolar: en el que los intereses y las relaciones que tenemos con otros países, incluidos nuestros principales socios comerciales, dependen más de los humores, dislates y arranques del presidente López Obrador que de una estrategia de política exterior planeada e instrumentada por el Ejecutivo y vigilada por el Poder Legislativo.

Hoy México le está mostrando al mundo dos caras: por un lado la de la reconocida e histórica diplomacia nacional, sustentada en los oficios diplomáticos de la Cancillería, en los embajadores de carrera y en la estructura del Servicio Exterior Mexicano, y por el otro el discurso político agresivo, polarizante y cero diplomático que sale desde la Presidencia de la República para referirse groseramente a otros gobiernos, a sus funcionarios y hasta a sus Parlamentos.

Para desgracia del país, lo que pesa más en términos de imagen, por provenir directamente del Jefe del Estado mexicano, son los discursos, comunicados y acusaciones estridentes que emite directamente el presidente López Obrador. El impacto que tiene el mandatario mexicano es el de un terrorista que dinamita los puentes diplomáticos y afecta las relaciones exteriores del país.

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¿Y dónde está el canciller?

Mientras el Presidente actúa como un niño malcriado y berrinchudo que regurgita y se ensucia sobre la política exterior, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, se ve completamente rebasado y en ocasiones prácticamente ignorado por el Presidente a la hora de emitir posicionamientos, declaraciones y comunicados oficiales sobre temas internacionales.

Es tal el ruido que está metiendo López Obrador a la imagen de México en el exterior, que hay incluso quienes piensan que tanto dislate y berrinche en materia diplomática del Presidente es parte de un plan político para "desgastar y reventar" a Marcelo Ebrard y sacarlo de la jugada presidencial de 2024 y así dejarle el camino libre a la consentida Claudia Sheinbaum.

Si tiene un secretario profesional y un cuerpo de diplomáticos de primer orden, ¿por qué el Presidente se pone a redactar, sin consultar a su canciller y con un lenguaje casi de cantina, un comunicado de respuesta al Parlamento Europeo en el que ataca y descalifica a ese órgano que representa a todo un continente y a uno de los bloques de países más poderosos con los que además México tiene acuerdos comerciales y tratados sobre respeto a los derechos humanos? ¿Será sólo por su protagonismo y bipolaridad o será que mientras en público lo elogia, por la espalda lo apuñala?

Hace algunos meses comentamos en esta columna sobre la ausencia del Presidente en los temas de política exterior, que dejaba completamente en manos de Marcelo Ebrard porque a él no le interesaba mucho lo que sucedía más allá de sus conferencias mañaneras. Entonces decíamos que la visión de AMLO sobre los temas globales se había dibujado en su frase de toma de protesta: "la mejor política exterior es la política interior", y hoy que el Presidente decidió hacerse presente en la agenda internacional de México queda más que confirmado que el desastre de la política interior, con toda su carga de polarización, bipolaridad y visceralidad, ahora también llegó a las relaciones internacionales de México… Los dados mandan Escalera Doble. Bien termina la semana.