Guerra sucia contra la democracia

"Guerra sucia contra la democracia", escribe Epigmenio Ibarra en #Itinerarios

Comenzaron las campañas y en sólo unas cuantas horas se produjo la debacle total de la derecha conservadora. Hoy sólo los necios o los fanáticos pueden todavía sostener que Xóchitl Gálvez tiene posibilidades de aproximarse siquiera -para perder con dignidad al menos- a Claudia Sheinbaum.

Es tan rotundo el fracaso, que Jorge Castañeda, uno de los más connotados ideólogos del conservadurismo, llama hoy y aunque dice “no tener vela en este entierro”, a “seguir el manual” y profundizar, valiéndose de todos los medios, la guerra sucia.

“Be negative” dice ahora Castañeda a los mismos a los que, con Vicente Fox, prometió la “whole enchilada”.

Lo que pretenden ahora los conservadores -y así debemos entenderlo- es patear el tablero. No van contra Claudia o contra Morena; ya no se trata de vencer al adversario en unas elecciones limpias y auténticas como lo establece la Constitución, sino de “aniquilar al enemigo”.

Contra la democracia se dejarán venir; les veremos desplegar, en los próximos días, todo su poder, toda su rabia y toda su desesperación. Si juegan limpio -ya lo saben- si respetan las leyes y las reglas, si se atienen a la voluntad popular quedarán sepultados bajo millones de votos.

En todos los medios de comunicación, en las redes, en los tribunales, desde el púlpito, en el terreno y aliados incluso con el crimen organizado. Dentro y fuera de nuestras fronteras les veremos empeñarse en un último y desesperado esfuerzo por envilecer, violentar y descarrilar la contienda electoral.

Lo que no entienden es que si bien ellos no pueden con la democracia y están dispuestos a dinamitarla, la democracia, en tanto el pueblo ha adquirido plena conciencia de su soberanía, sí puede con ellos y resistirá todos sus embates.

Ya apostaron a una de las mayores operaciones de guerra sucia digital de la historia, lanzaron millones de mensajes en contra de Andrés Manuel López Obrador y de Claudia y fracasaron. Mantiene el Presidente su popularidad intacta y la candidata su amplia ventaja en las encuestas.

De la mano de los sectores más conservadores y antimexicanos en los Estados Unidos -en una acción que, por sus alcances y consecuencias, podría tipificarse como traición a la Patria- lanzaron, simultáneamente, una operación de linchamiento mediático internacional de gran envergadura. Tampoco les funcionó.

Al iniciarse la campaña y al colocar sobre Xóchitl todos los reflectores no hicieron más que visibilizar aún más sus desatinos. Bastaron unos cuantos discursos para que quedara en evidencia, ante el país y el mundo, la fragilidad intelectual de su candidata, la ausencia de un proyecto de Nación que no sea el de volver al pasado y la ineficacia de los trucos escénicos diseñados por sus publicistas.

Las gracejadas, los rituales siniestros, los bailes y las promesas de “mano dura” -es decir de guerra y muerte- terminaron de configurarla como un esperpento, una mezcla grotesca entre Felipe Calderón y Javier Milei o entre Vicente Fox y Nayib Bukele. Sin sus ataques estridentes y constantes a Claudia o a López Obrador, cuyos programas sociales paradójicamente ha jurado mantener, de sus discursos no queda nada.

Hace bien Claudia en no voltearla a ver. La defensa de la democracia, en estos días que faltan para la cita en las urnas, exige cumplir -como ya lo está haciendo y sin distraerse ni un minuto- con el amoroso y apasionado deber de informar, conmover y comprometer a las y los millones de mexicanos necesarios para conquistar la Presidencia de la República, la mayoría calificada en el Congreso y continuar con la transformación del país.

Vendrá ya lo sabemos la guerra sucia contra la democracia, perderán su plata los oligarcas que apuesten a destruirla, su credibilidad los medios, los líderes de opinión y los ministros religiosos que se sumen a esta infame cruzada. Prevalecerá la conciencia sobre la infamia, la organización sobre el miedo. No sólo para votar masivamente habrá que prepararse; también para defender masiva y pacíficamente el voto.