Lo dice a España y que entienda México
"Lo dice a España y que entienda México", escribe Carlos Marín en #ElAsaltoalaRazón
En su Patente de corso del reciente 13 de agosto, en XL Semanal, Arturo Pérez-Reverte (colaborador también de Milenio) tituló "Ahora somos un país de genios" el desastre educativo en España, aplicable hoy en México ante el nuevo plan de estudios de la Secretaría federal de Educación.
“Si en España hubiese un juicio de Nuremberg sobre crímenes contra la Educación, o sea, un ajuste de cuentas con los responsables del disparate en que se han convertido nuestros colegios y universidades, faltarían sogas para ahorcar a tantos (…) que serían declarados culpables”.
Acepta escribir “con extrema indignación, así que no intento ser ecuánime. Estoy encolerizado; y como la reparación es imposible –demasiado tarde para arreglar nada–, me gustaría al menos conseguir venganza: ver a esos golfos y analfabetos de distintas ideologías sentados ante un tribunal, con pinganillos en las orejas para traducción simultánea en todas las lenguas de España, incluidas el bable, la fabla y el panocho. Quisiera oír a un fiscal enumerar sus desmanes y describir el triste paisaje que dejan detrás, el futuro que aún pretenden volver más chato y mediocre, la sucia contumacia con que se empeñan, no en elevar el nivel de los alumnos hasta la excelencia, sino en rebajar el nivel de la excelencia hasta la mediocridad. En ponerlo a la misma altura que tienen sus pobres, venales, corruptas inteligencias”.
Literal:
“-Nadie suspende, el notable es fácil de alcanzar y el sobresaliente se ha hecho tan común que apenas llama la atención.
“-La idea repetida de nuestra chusma gobernante era y sigue siendo que nadie se quede atrás. Que todos los chicos, dicen, tengan las mismas oportunidades. ¿Quién puede oponerse a eso? Pero en vez de estimular al alumno que lo merece para que se mida con los mejores, dándole todas las oportunidades, lo que incentivan esos imbéciles es la indiferencia y el mínimo esfuerzo, penalizando a los que de verdad estudian y luchan por conseguir la excelencia; reventando a los mejores y premiando a los vagos y los mediocres.
“-Con lo que el mérito del esfuerzo unido a la inteligencia, único ascensor social que permite a los chicos alcanzar con justicia lugares de excelencia, desaparece en favor de quienes poseen medios económicos para estudiar en el extranjero o en universidades privadas, o pagar másteres carísimos que los llevarán a los mejores puestos de trabajo en España y, si tienen suerte, fuera de ella. Élites, en fin, a las que otros jóvenes desilusionados, frustrados, en posesión de títulos y diplomas que no valen ni la tinta de quien los firma, quedan condenados a no acceder jamás…”.