La hora que usted quiera, Presidente

"La hora que usted quiera, Presidente", escribe Carlos Marín en #ElAsaltoalaRazón

Desde que Zedillo lo decretó, el horario de verano ha sido polémico pero a partir del 31 octubre, cuando se restablezca el de invierno, nadie en México tendrá que adelantar una hora su reloj.

“La próxima semana enviaré al Congreso la iniciativa”, anunció ayer el presidente López Obrador, quien como jefe de Gobierno litigó el asunto contra el gobierno de Fox, pero perdió ante la Suprema Corte.

De pena ajena que nadie de su silvestre equipo le dijera lo innecesario de una propuesta legislativa, pues basta con un decreto presidencial.

Tampoco se requería la supuesta y fantasmal “encuesta” con “71% de la gente” dizque apoyando su decisión. 

El horario de verano se impuso para aprovechar más y mejor la luz solar y reducir el consumo eléctrico.

Cuando no lo quiso para la capital (cruzando cualquier calle al EdoMex se viviría en otra hora), AMLO argüía que estamos acostumbrados a dormir con el canto del grillo y a despertar con el canto del gallo.

No era el único en oponerse: también la rijosa, panchera y eufemística Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y muchas comunidades oaxaqueñas que se rigen por usos y costumbres. Lo rechazó asimismo el guerrerense Félix Salgado Macedonio quien, según la BBC (abril de 2012), estaba en contra “porque adelantar una hora el reloj impedía sus cotidianas relaciones sexuales de cada mañana”.

La oposición de los campesinos de Oaxaca, decía ese reportaje, se daba porque “marcan su vida conforme a la jornada laboral”, y ejemplificaba con San Juan Mixtepec, donde “el tiempo se mide en función de las horas invertidas para trasladarse de un sitio a otro y de las condiciones meteorológicas. No es lo mismo un viaje en temporada de calor, cuando los caminos de tierra y piedra están secos, a otro que se realice en la época de lluvias. Adelantar o no las manecillas de un reloj da lo mismo. Las personas (dijo un entrevistado) llegan a sus citas cuando llegan…”.

El horario de verano permite ahorrar mil millones de pesos anuales (equivalente al consumo de la ciudad de Campeche en el mismo lapso) pero, se afirma sin demostrarlo, provoca “problemas de salud” (alteraciones del sueño).

“No vamos a modificar nada (sino) hasta que tengamos un dictamen técnico, que ya le solicité a la Secretaría de Energía”, había ofrecido el Presidente. “Voy a ver en estos días cuál es el resultado del estudio que se hizo sobre si hay ahorros y si son significativos. Vamos a actuar así, con apego a lo que nos digan los técnicos, los especialistas, y pronto vamos a dar a conocer los resultados” (fueron los mil millones de pesos de que habló).

O sea que para la eliminación se toma en cuenta sólo el factor económico, ya que no se argumenta con diagnóstico alguno de la Secretaría federal de Salud.

A punto estamos, pues, del consumatum est, porque en “los tiempos del Señor” (a que se refirió el domingo el poco laico Secretario de Gobernación) se recupera lo que para el Presidente es y seguirá siendo el aún más discutible “horario de Dios…”.