Son presidentes, populistas y extremistas
Son presidentes, populistas y extremistas, escribe José Santiago Healy en #Actitudes
Ambos son presidentes elegidos democráticamente de dos países importantes y a pesar de diferir en sus conceptos ideológicos han construido una relación estable y amigable.
Uno tiene 66 años y el otro 73, el primero es de izquierda nacionalista y el segundo de derecha extrema.
El primero cree que apoyando a los más pobres logrará eliminar la miseria y llevar a su país a un mayor desarrollo económico.
El segundo piensa que son las empresas y los inversionistas quienes sacarán adelante a su nación a través de la creación de empleos y de riqueza.
El de izquierda no tiene empacho en regresar a un sistema con una amplia intervención del estado, tiene alergia hacia las empresas grandes y considera que detrás de los negocios exitosos existe una estela de corrupción y explotación.
El segundo tiene profunda alergia hacia el estatismo económico y también hacia la inmigración excesiva o descontrolada.
Ambos son populistas a más no poder y a pesar de sus notables diferencias tienen puntos de vista en común: odian a los periodistas y a los medios de comunicación críticos; les incomodan sobremanera los políticos y los partidos de oposición; colocan a sus familiares en posiciones claves; y son excesivamente sagaces para manejar su imagen en tiempos electorales.
Seguramente usted ya se dio cuenta que hablamos de Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump, quienes con mucha frecuencia se mueven la cola para mantener su imagen ante los votantes de México y Estados Unidos.
Esta semana las actitudes populistas de ambos mandatarios salieron a relucir tras la feroz crítica recibida por su manejo tardío y errático durante la crisis del coronavirus.
Sin venir al caso, Trump anunció que frenará los trámites de inmigración durante los próximos sesenta días con el ánimo de impedir que extranjeros le ganen los empleos a los norteamericanos.
La reacción de los sectores productivos fue tan airada que el mandatario reculó en la suspensión de visas para trabajos especializados y se concretó a limitar la medida a las “green cards”.
Lo cierto es que con la cuarentena que vive el vecino país, las oficinas de inmigración permanecen cerradas y los trámites para visas y tarjetas para residentes permanentes están paralizados.
Pero Trump consiguió su objetivo: bajar el tono de las críticas al menos por unos días. Al lado sur de la frontera, el
presidente López Obrador abrió fuego en contra de los periodistas y medios de comunicación en un claro intento de aplacar los ataques contra su gobierno.
El mandatario mexicano también logró su propósito al grado que ayer en medios electrónicos e impresos los colegas periodistas se rasgaban las vestiduras para defenderse y contraatacar al populista tabasqueño.
Lo que no entendemos es porque Andrés Manuel se erige como el juez supremo del periodismo y porque los medios
de comunicación le hacen caso.
Recordamos que, en tiempos de la cerrazón informativa, cuando un presidente o gobernador deliraba simplemente se le ignoraba y sus declaraciones ocupaban si acaso un pequeño espacio en las páginas interiores. No había manera de criticar al poderoso por las represalias, pero tampoco se les daba vuelo a sus tonterías.
Dice Cas Mudde en su libro “Populismo: una muy breve introducción” que para los populistas existen “dos grupos
enfrentado entre sí: el verdadero pueblo y la élite corrupta”.
En tanto Benjamin Moffitt, autor de “El auge global del populismo”, sostiene que el líder populista asegura representar la unificada “voluntad del pueblo” y suele presentarse como opositor a un enemigo –a menudo representado por el sistema—con el objetivo de “drenar el pantano” o lidiar con “la élite liberal”.
A su vez Nadia Urbinati, maestra de la Universidad de Columbia, asienta que el contenido populista está “hecho
de negativos” y que una de las grandes fortalezas del populismo es su versatilidad.
Y concluye que es “extraordinariamente poderoso porque se puede adaptar a todas las situaciones”. Así las cosas, discutir y enfrentarse a un político populista resulta inútil y riesgoso porque sus objetivos son muy distintos a los de una persona inteligente y sensata.
¿Estamos de acuerdo? Noticia final Tal como se pide a los ciudadanos cumplir con las medidas para evitar contagios del coronavirus, ¿sería posible exigir a gobierno y organismos evitar las noticias alarmantes como asegurar que “estamos por vivir el peor momento de la epidemia en la región y en México”…
Fomentar la psicosis puede ser peor que la propia enfermedad.