Sería desastrosa la renuncia de AMLO
Sería desastrosa la renuncia de AMLO, escribe @joseshealy en #Actitudes.
Usted amigo lector ha constatado que en este espacio hemos sido críticos del Gobierno federal y en especial del desempeño del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Aunque coincidimos en varios de sus planes como el combate a la corrupción y al derroche oficial, en otros no estamos de acuerdo como son sus programas económicos, sociales y recientemente diferimos de su estrategia contra la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, como respetuosos de la democracia –todavía joven y accidentada– que vivimos en México, consideramos que es un error y un riesgo social y político demandar en estos momentos la renuncia del primer mandatario.
En primer lugar porque apenas lleva 18 meses en el poder y a pesar de los errores –algunos terribles– ha sido un Presidente entregado a su trabajo y se ha esforzado por cumplir sus promesas aunque en varias no lo ha logrado como es la inseguridad y el crecimiento económico.
En segundo lugar una renuncia presidencial antes de dos años de gobierno implica enormes cambios en la esfera oficial, posibles conflictos sociales y una enorme incertidumbre política.
Según la Constitución Mexicana el cargo de Presidente de la República “sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia”.
Hasta el momento –insistimos– no consideramos que las metidas de pata de López Obrador ameriten su renuncia, tampoco ha cometido alguna traición a la patria ni faltas graves como espionaje, terrorismo, sabotaje o genocidio.
En el caso de una renuncia antes de cumplir dos años en el poder, el Congreso de la Unión se constituirá en Colegio Electoral y nombrará por mayoría de votos a un presidente interino.
¿Pueden imaginar el escándalo que se armaría entre los senadores y diputados del partido mayoritario Morena para ponerse de acuerdo en la designación del sucesor?
Posteriormente el Congreso tendría que expedir en un lapso de diez días la convocatoria para la elección del nuevo presidente cuya jornada electoral deberá celebrarse en un lapso de siete a nueve meses.
¿Aguantaría México una nueva campaña presidencial de nueve meses cuando todavía no se ha logrado asentar el régimen de López Obrador?
El primer mandatario electo tomaría posesión ante el Congreso siete días después de que haya terminado el proceso electoral para concluir el periodo actual.
Esto significa que el nuevo presidente gobernará durante cuatro años, pero en realidad serían tres porque en 2024 tendrá que dar paso al nuevo proceso electoral.
En suma, una renuncia en estos momentos sería desastrosa y desgastante para el país y para nuestro sistema democrático.
En cambio, tenemos la posibilidad de revocar el mandato del actual Presidente mediante un proceso que podría iniciar a finales de 2021 con una solicitud que esté avalada ante el Instituto Nacional Electoral por 3% de los electores en por lo menos 17 entidades.
De concretarse la consulta el primer mandatario tendrá que renunciar si así lo decide la mayoría de los votantes, en tal caso el Congreso nombrará en un plazo máximo de 60 días al presidente sustituto y mientras asumirá el mando el Secretario de Gobernación en turno.
Bajo este panorama la zozobra y el daño político para México sería menor y más corto, por lo mismo, no conviene demandar renuncias anticipadas que además afianzan al gobernante.
“Lo que resiste, apoya”, decía acertadamente el ideólogo mexicano Jesús Reyes Heroles, así que más vale aguantar un rato más a López Obrador y si para finales de 2021 no arregla su cochinero habrá que organizar en serio la campaña para destituirlo del poder.
Pero no ahora porque las consecuencias podrían ser peores.
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