De la pizca de tomate a estudiar en la Unison, así fue el origen de Valentín Elizalde
De niño vendía cassettes afuera de los palenques en los que se presentaba y cantaba con él cada que podía. Canciones de Los Tigres del Norte, de Juan Gabriel y Vicente Fernández, de quien se pudiera.
GUADALAJARA, JAL.- Aquella llamada telefónica pudo haber sido en abril, junio o hasta en diciembre, pero el hado que ensombrece a la dinastía quiso que fuera un 24 de noviembre de 1992.
A las 8 de la mañana sonó el teléfono en casa de los Elizalde y Camila fue quien levantó el auricular, pues estaba esperando noticias de su esposo Everardo "El Gallo Grande".
- ¿Bueno?, cuestionó. Sin embargo, pasaron unos instantes y nadie le respondió.
Ella sabía que a Everardo le gustaba jugarle bromas de vez en cuando al estar de gira, así que no le dio mayor importancia al silencio en el teléfono.
- Viejo, ¿eres tú?, preguntó.
Nada. Ni un sonido salía del otro extremo de la línea. Un fantasma de voz.
Camila estaba convencida de que era una broma de Everardo, así que en vez de seguirle el juego quiso darle un gusto en compañía de sus hijos.
"Ándenle, cántenle 'Las Mañanitas' a su papá", les pidió y los acercó al auricular.
Estas son, las mañanitas que cantaba el Rey David...
Everardo Elizalde había cumplido sus 52 años apenas unos días antes, el 21 de noviembre. Lejos había quedado el barrio El Chaleco, de Guasave, Sinaloa, donde pasó toda su infancia. Había trabajado como vendedor de muebles y cobrador, hasta que decidió darse una oportunidad en el mundo de la música.
Participó en un concurso junto con Manuel López y se hicieron llamar el Dueto Hermosillo, que posteriormente cambiarían por Los Dos Gallos.
Empezaron a tener mucha suerte en los bailes en las rancherías, pero en 1978 decidieron separarse y fue cuando Everardo se lanzó como solista y con el apodo de "El Gallo Grande".
Durante la década de los años 80 fue solicitado en todos los bailes de Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Durango, Nayarit y Jalisco. Incluso participó en dos películas.
- Came, no soy Lalo, dijo finalmente una voz partida por el llanto.
Camelia preguntó qué había pasado, la estaban asustando, ¿por qué no le dicen? Una vez que su cuñado se animó a informarle, sólo atinó en derrumbarse en la cama.
Le dijeron. Tras la presentación. La Ram Charger se salió de la curva a un canal de riego, le explicaron. La Curva de la Muerte.
Valentín Elizalde, de apenas unos 13 años, no comprendía qué estaba sucediendo. Estaban felices de cantarle a su papá y minutos después su mamá no paraba de llorar.
Él estaba muy interesado en la carrera de su padre, al grado que de niño vendía cassettes afuera de los palenques en los que se presentaba y cantaba con él cada que podía. Canciones de Los Tigres del Norte, de Juan Gabriel y Vicente Fernández, de quien se pudiera.
Luego se integró a la pizca de tomate, vivió en Guadalajara un tiempo y después estudió la carrera de Derecho, en la Universidad de Sonora. Nunca tuvo las mejores calificaciones, pero pudo librarla y titularse.
Sin embargo, Valentín sabía que lo suyo no era hablar frente a un juez, lo suyo era cantar frente a miles de personas, estar arriba de un escenario en vez de una sala de audiencia.
Tras la muerte de su padre, Valentín lo tenía claro: trataría de extender sus alas para llegar incluso más lejos que "El Gallo Grande".