¿Y si muere el jefe?
Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 30 años de experiencia en medios escritos y de Internet.
Las organizaciones consideradas grandes de cualquier rubro, cuentan con protocolos para establecer los procedimientos en caso de que el jefe o titular fallezca.
Muchas tienen arreglado este problema.
El Vaticano, su consenso y posterior humo blanco, las trasnacionales con sus diferentes vicepresidentes y sus consejos administrativo, los países con sus elecciones internas y procesos legales establecidos, aquellas empresariales con la herencia familiar del cargo, las asociaciones conforme a estatutos, en fin, hay de todo tipo de procedimientos.
Pero hay otras, la inmensa mayoría que no.
Ocurre así en las consideradas organizaciones medianas, pequeñas o micros, de allí que cuando fallece el jefe, la tendencia es a que desaparezcan, se desvanezca poco a poco o bien entren en un lapsus estático sumamente perjudicial si no se actúa con la rapidez oportuna.
Pero veamos esto en partes.
Primero, los titulares de las organizaciones encajonadas en esta problemática no tienen en su lista de prioridades un sistema que les permita saber qué hacer en caso de fallecer el titular, lo cual suelen tratarlo una vez que por enfermedad o accidente –que lo deja vivo-, se dan cuenta, todos los tomadores de decisiones del problema de que deben establecer el proceso debido.
Segundo, pero una vez que fallece, suele ocurrir que ese tipo de organizaciones caen en un letargo difícil de superar de manera inmediata y conforme a su dinamismo se cae en un impasse muy peligroso que conlleva a roces, comunicación desfocalizada y el incumplimiento de objetivos propios de la productividad que manejen.
¿Es culpa de los jefes?
En gran parte sí pues el día a día no les permite tomar el tiempo, el razonamiento jurídico y lógico que les obligue a definir con anterioridad la herencia de quien será su sucesor en caso del fatalismo comentado.
De hecho, el tema suele ser molesto, sin embargo, debería entrar en la serie de acciones prioritarias de la organización y el jefe delegar este tema para su estudio, análisis y posterior establecimiento de reglas.
Suelen olvidar que son seres humanos, afectos a padecimientos más graves que la mayoría.
Es cierto, se han establecido por costumbre que nadie es imprescindible en una organización, pero en el caso de los jefes este precepto amerita una revisión.
El jefe pues es más propenso a morir pues su ritmo de estrés es diferente al resto de los integrantes.
Es el responsable del fracaso de los objetivos que curiosamente la percepción sobre su proceder suele enfatizar más lo negativo que lo positivo.
Es aquel que está en el foco de atención constante, quien debe cubrir los requerimientos de sus colaboradores en todo momento sean los que sean.
No es fácil su trabajo y responsabilidad.
Y todos los cursos que recibe en su vida, todas aquellas acciones de compromiso que lleva a cabo y sobre todo las decisiones que tome, repercutirán directa o indirectamente en su forma de ser, en su formación diaria y continua y por supuesto en su salud con efectos lógicos en quienes le rodean, incluyendo su familia.
Por eso no es fácil ser jefe.
Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 30 años de experiencia en medios escritos y de Internet, cuenta con licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorado en Administración Pública.
Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones. Cuando la unión de esfuerzos no es suficiente.
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