Violencia contra la mujer a la distancia: del acoso y del hostigamiento digital
La autora es Lic. en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.
La Violencia contra las Mujeres se puede entender como “...cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público”.
En el trabajo, el ejercicio de la violencia puede ser incluso normalizado, escondiéndose detrás de concepciones muy arraigadas de lo que es la autoridad y el poder.
Todo lo anterior resulta en relaciones laborales basadas en la concepción de que el jef@, como patriarca, manda y rige todos los aspectos de la vida laboral y a veces de la personal también. ¿Qué
pasa cuando esas violencias y ejercicios de poder se trasladan a los espacio digitales, mismos que este último año se han fomentado por la migración de muchos de nosotros al home office.? Pues entonces podemos hablar de que migramos también a prácticas de violencia digital.
La ONU Mujeres, define a la violencia digital como: “ ... aquella que se comete y expande a través de medios digitales como redes sociales, correo electrónico o aplicaciones de mensajería móvil, y que causa daños a la dignidad, la integridad y/o la seguridad de las víctimas".
Además, menciona como algunas formas de violencias digitales las siguientes: monitoreo y acecho, acoso, extorsión, desprestigio, amenazas, suplantación y robo de identidad, así como abuso sexual relacionado con la tecnología, entre otras.
Las mujeres enfrentamos y toleramos distintos tipos y niveles de violencia a lo largo de nuestra existencia, hasta llegar a los mundos laborales. Según los resultados de la ENDIREH 2016, el 53.1% de las mujeres ha sufrido al menos un incidente de violencia por parte de otros agresores distintos a la pareja a lo largo de la vida. Las violencias digitales se han incrementado y popularizado con la migración al trabajo a distancia o “home office”, como socialmente lo hemos llamado.
En este contexto, en teoría los horarios de trabajo prevalecen, perolas barreras entre la vida privada y la pública no siempre están delimitadas. Entonces, si en tu trabajo recibes mensajes de tu superior relativos a tu vida personal que llegan a hacerte sentir invadida o juzgada, o bien, mensajes de “afecto” no correspondidos que te hacen sentir invadida y agraviada, además, sufres porque te hostiga con llamadas a deshoras, sin respetar tu vida privada, es muy probable que estés siendo víctima de algún tipo de acoso sexual en el trabajo, por el atentado a tu integridad y sensación de seguridad que la violencia, en este caso digital, te hace perder.
Lo anterior, solo por mencionar algunos ejemplos, hace que sí sea de vital importancia que nosotras podamos identificar las violencias de las que somos o podemos ser víctimas, porque es la única manera de hacer visible esto que tanto años fue normalizado.
En dependencias de gobierno, el protocolo indica que la víctima tiene que denunciar al agresor para que realmente exista la posibilidad de que el agresor sea juzgado, tenga resolución y una posible reparación del daño.
Pero este proceso en general es largo, burocrático y promueve la revictimización de la mujer agredida. Según las experiencias que conozco, cuando una mujer es violentada, prefiere no decir nada porque existe la percepción que no pasa ni pasará nada a favor de ellas.
En general se deja a la víctima sola, sin justicia y sin reparación del daño, además de que se le condena a seguir conviviendo con el agresor, lo que muchas veces implica que la víctima es quien eventualmente se va del lugar de trabajo. Aún queda mucho por hacer, pero dejar de normalizar la violencia es un gran primer paso para todas y todos nosotros.
La autora es Lic. en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.
Egresada de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales, UNAM
eliagvillegasl@hotmail.com
Twitter: @EliaGVillegasL