Una forma de ver la violencia en nuestras vidas
La autora es licenciada en Psicología por la Universidad de Guanajuato
Una buena amiga de mi adolescencia me invitó a escribir aquí. Me sentí emocionada y ansiosa, pues tuve que entrar en el ejercicio de recordar, pensar y empatizar con mi yo de antes y con mi yo de ahora.
A quien está leyendo usted, soy yo, Sharon Vizcarra, psicóloga y psicoterapeuta originaria de Ciudad Obregón, Sonora. Aunque por muchos años conocí la ciudad donde nací, la realidad es que ahorita me cuesta trabajo reconocerla, aunque la quiero tanto y le debo tanto, casi no la reconozco, sobre todo por la violencia que la embarga y la enferma.
Actualmente vivo en la Ciudad de México y me dedico a trabajar con adolescentes en el ámbito educativo institucional. También doy psicoterapia a adolescentes y adultos en consulta privada.
Permítame contarle lo claro que veo día a día los efectos de la violencia en las personas, en su salud física y mental, en sus vidas y relaciones. Muchos de ellos se preguntan: ¿seremos nosotros
culpables de esta violencia que nos envuelve?
Pues no realmente- Hay ciertas cantidades de violencia por las que es considerado hasta sano y natural experimentar: el nacer mismo, después de estar en ese lugar tan bonito y calientito que era la panza de la mamá.
El crecer y sentir cómo tus huesos se estiran, crujen. El tener pérdidas, duelos y sobrevivir a ellos. En estos casos, la violencia y el dolor nos forman como humanos. Juntan las partes que tenemos por dentro para darnos forma y fuerza.
En otro cuento muy diferente, está la violencia esa donde matan, donde se amenaza la vida por causas no naturales; la de las palabras, golpes y acciones que quebrantan a otros. Representan daños profundos en el cuerpo y mente, aunque no de todos esos daños nos demos cuenta siempre.
Quizá usted y yo pensamos que casi nadie decide pasar por algo así, pero si estuviera en nuestro control pues capaz que ni existiría… o quién sabe. Aquí, como en todo, está lo malo y lo bueno. A pesar de que en muchos de los casos no somos los culpables, tenemos la responsabilidad de hacer algo al respecto, al menos por nosotros mismos y por los que dependen de nosotros, pero principalmente por nuestra propia persona.
Lo que sí nos corresponde es hacer consciencia. Es fundamental hacer consciencia de cuándo nosotros somos aquellos que ejercemos la violencia sobre los demás y por más loco que parezca, cuándo somos nosotros los que nos violentamos a nosotros mismos. Ayúdese, querido lector o lectora. Tarea fácil no es, eso sí, yo nunca dije que era fácil. Estar mejor, estar más en paz, no es fácil.
Una vez leí por ahí una frase que hasta la fecha me tiene pensando mucho y espero a usted le haga pensar también. Va más o menos así: "Se pone más fácil, cada día se va poniendo un poquito
más fácil. Pero, tienes que hacerlo todos los días y eso es la parte difícil.”
Creo que la frase se refería a la vida misma, a estar despierto, trabajar, amar, querer ser un poquito mejor cada vez, querer estar un poquito mejor cada vez. ¡Quién viera que mientras uno está mejor, las cosas como que se van acomodando!
Aunque sí, lo difícil es que se tiene que hacer todos los días. Para nuestra buena suerte, en estos caminos no se anda solo. Apoyarse en los demás de vez en cuando es necesario, ya sea en alguien
de buena fe o en un profesional de la salud mental como quien le escribe. Ayudarse es, en cierta parte, hacer consciencia de sí mismo y del papel que puede tener en situaciones que cree que no están en su control.
Se nos acabó el espacio por hoy, nos leemos la próxima.
La autora es licenciada en Psicología por la Universidad de Guanajuato y Maestra en Psicología por la U.N.A.M.
Psicóloga Clínica y Psicoterapeuta psicoanalítica.