Un lugar justo y seguro
La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.
Hace pocos días vimos circular la noticia de un niño de apenas cuatro años de edad que fue asesinado en Nogales.
En tanto, esos mismos días, papás de la guardería ABC recordaban a sus 49 niñas y niños.
Exigían por onceavo año consecutivo, sí, por onceavo año consecutivo, justicia en un caso que estremeció y puso especialmente de luto a Hermosillo, Sonora.
También, días después, leímos una publicación corta pero muy acertada del ministro Arturo Zaldívar: “el mundo no será justo mientras millones de niños y niñas vivan en la pobreza, tengan que trabajar y se les arrebate su infancia, el disfrute del juego y el derecho a la educación”, esto lo escribió en alusión al Día Mundial contra el Trabajo Infantil.
Y sí, tiene tanta razón el ministro Zaldívar, este mundo no es y no será justo para las niñas y niños, especialmente mientras los adultos no nos hagamos cargo de atender los asuntos que nos corresponden, para poderles entregar entonces sí, un lugar justo, seguro, habitable, digno para ellos y ellas.
Porque siendo honestos, continuar con un mundo como éste, en el que un día así nomás el cadáver de un niño de cuatro años es hallado dentro de un saco de alimento para perros, cuando otros asuntos se resuelven, pero no la tragedia de 49 niñas y niños que murieron de la peor forma, ni siquiera en ¡once años!
¿Qué mundo es éste?
¿Qué criterios y valores son los que predominan y se siguen para impartir justicia?
Es absolutamente catastrófico.
No podemos habituarnos a ser espectadores y nada más, a que año tras año no haya justicia, especialmente en una tragedia sin precedentes en Hermosillo, en la que murieron niñas y niños bajo circunstancias que pudieron haberse prevenido, por omisiones y negligencias inexcusables, ligadas a la corrupción.
Tenemos que darnos cuenta que todos, absolutamente todos los casos, en los que hay impunidad, en los que vemos que “no pasó y no pasa nada”, no afectan sólo a las familias de las víctimas, sino que constituyen una amenaza para todos nosotros también.
Sí, no lo veamos como algo ajeno, lejano; sucede que estos casos impunes van creando las condiciones, la atmósfera, el piso para todos, incluyendo a las familias que tenemos o que quizás algún día tendremos.
Y entonces, si nunca hay justicia para casos que tienen que ver con la niñez, por ejemplo, por gravísimos que sean, será entonces absolutamente normal que si algo le pasa a un niño o niña nuestra, no haya justicia tampoco, puesto que no la hubo para otros...
Es decir, a nadie nos conviene que no se respeten los derechos de la niñez, los derechos humanos en el mundo, en nuestro país.
Cada caso impune es una afrenta para todos y es importantísimo verlo de esta manera, en esta justa dimensión.
Cualquier violación a los derechos de la niñez debe tratarse con la prioridad, con la urgencia, a la que se tiene derecho precisamente.
Sería una vergüenza nacional que México termine recibiendo una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a donde llegan los casos de violaciones graves a derechos humanos precisamente por haber quedado impune en este país; sería muy lamentable que no se atendiera de una vez por todas la exigencia de justicia del caso ABC, y que este caso fuera el próximo en la lista de sentencias en contra del Estado mexicano por parte de una Corte Internacional; que siguiera a la penosa sentencia y exhibición internacional por las once mujeres víctimas de tortura sexual en Atenco.
Las autoridades deben solucionar aquí y ahora este caso a las familias de la guardería ABC y no sólo eso, debieran estar haciendo algo importante y serio, ejemplar, para que una tragedia de esa magnitud no vuelva a ocurrir en ningún rincón de este país.
¿Lo estarán haciendo?
La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.