Ser mujer nunca fue tan peligroso

La autora es corresponsal de Expreso en Cajeme.

Como todas las mañanas, Aqua se despertó con un ligero salto desde su cama donde estaban sus chanclas en el piso. La siguiente parada era el baño de su habitación. Mientras lavaba sus dientes, decidió revisar las redes sociales para que la espera se hiciera amena sentada en el trono.

Lo primero que le salta a la vista es una publicación que denuncia la desaparición de dos mujeres, otra más muestra un video de una madre y una hermana desconsolada llorando y reclamando por la muerte de su hermana en manos de un miserable ex esposo. Se le puso la piel chinita y mejor decidió pausar el video y terminar de hacer del baño.

Justo recordó que la semana pasada, otra mujer había sido encontrada al interior de un canal, y pensó: esto va de mal en peor.  “Descanse en paz”, dijo entre dientes y luego de vestirse para salir al mundo pidió un auto de alquiler como todos los días.

La aplicación marcaba que el taxi llegaría en 5 minutos y así fue. Pero antes de que el auto llegara, por lo menos a la entrada de su casa, la mirada del chófer ya había recorrido de pies a cabeza el cuerpo de su pasajera.

Ella se incomodó pero de igual manera tomó el viaje. Una vez arriba, un saludo muy afectuoso recibió del hombre: “Buenas las tenga y mejor las  pase muchacha, ¿a dónde la llevo? Nomás no me diga que a pistear porque es muy temprano (bromeaba)”. Aqua se volvió a incomodar. No es alguien que platique mucho con extraños pero dio la dirección a donde se dirigía.

De pronto, los seguros se pusieron y no pudo evitar pensar que se encontraba en una situación en aprietos. Luego, el  chofer tomó una ruta diferente a la que marca el mapa y se volvió a preocupar.  “No se asuste muchacha es que aquella calle está bien fea, por aquí vamos a llegar más rápido”, dijo.

Aqua sintió acelerar su corazón y se puso en estado de alerta. Rápidamente en su WhatsApp  compartió su ubicación con su mejor amigo. Y entre broma y broma le dijo: “Wey, si me pasa algo, aquí fue mi última ubicación”. Y sonrió secamente. Regresó su mirada al frente  y el hombre la observaba por el retrovisor. “Y a qué se dedica muchacha? Digo, si se puede saber”.

En realidad, Aqua no quería compartir sus datos personales con el hombre aquel. Y mintió: “Soy estudiante”. “Uyy… me acuerdo cuando estaba en la universidad. La mera época del desmadre”, dijo nostálgico. Y continuó: “Oiga, me da chance de llegar rapidito a echar gasolina, es que acá rinde más”.

Iba con los seguros puestos, en un lugar que poco conocía, arriba de un automóvil con un desconocido y consciente de la situación que se vive en su ciudad. Por enésima vez en su vida se sintió

en peligro.

Los pensamientos negativos empezaron a bombardear su cabeza. Comenzó a transpirar y sólo le pedía a Dios que no dejara que nada malo le pasara en esa parada que no estaba  programada.

Pensó en mandarle un mensaje a su madre por si era la última vez que sabía de ella, que supiera que la ama, pero no quiso hacer drama de más.

De pronto, el carro avanzó y el chofer le agradeció el favor de su espera. En unos minutos Aqua ya se encontraba en su destino. A lo mejor, nuestra amiga nunca estuvo en peligro real, tal vez sí y  solo corrió con suerte.

La realidad es que hoy más que nunca ser mujer nunca fue tan peligroso y no sólo por los  factores externos que están fuera de nuestras manos, sino también por los que llevamos en el interior.

Esos miedos que se generan solos y se alimentan de lo que consumimos todos los días: violencia desmedida, en todas las esferas y en todas las sociedades.

La autora es corresponsal de Expreso en Cajeme.

Licenciada en Derecho por la Universidad La Salle Noroeste.

Diplomado en Ciencias Sociales y Antropología Filosófica.

Integrante del Colectivo Teatro P.M.