Se buscan liebres

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de ‘La Fábrica de Cuentos, Cuentos Personalizados’.

Hace unos días mis hijas salieron a andar en patinetas en su colonia (campo abierto, su entorno de “confianza”). Tenían poco con ellas, había sido su regalo de Navidad, el significativo

regalo que esperas todo el año. Para ellas fue una sensación como los proyectos que uno hace y que anhela ver terminados: una carrera, una inversión, una campaña política…

En un momento de distracción, sus patinetas desaparecieron. Llegaron a darme la noticia como locas. Lo primero que se me ocurrió decirles fue: “para que las dejan tiradas, tienen que

estar pendientes, bla bla bla” Luego, me insistían que si quién  las había tomado, que si por qué y no sé qué cuanto. Lloraron, vociferaron. Fue cuando entonces noté en ellas impotencia,

desesperación. Aún no conocen el significado literal de las palabras, pero algo así sentían.

Me quede pensando que tenían razón en su sentir. Las estoy educando en el respeto, en el bien hacer, en que lo que no es tuyo es de alguien, en que no todo en el mundo es tan feo

como se oye…pero, que desaparecieran sus patinetas en el pleno entorno en donde viven fue, a su edad, catastrófico. Ahí conviven con vecinos, amigos; hay guardias pendientes de la

seguridad, familias que pasean  a sus perros…un ambiente sano en donde pretendo que crezcan, pero, el que se hayan desaparecido como si nada, fue increíble, y tristemente ahora desconfío.

Eran muchos sus: ¿quién fue?, ¿quién fue?. En su interior no creo que quisieran culpar, pero entonces ¿quién era responsable? ¿ellas? ¿acaso quien tomó las patinetas, habrá hecho un jugoso

trueque a cambio de ellas? ¿o algún niño ahora está haciendo trucos en el aire con esa que tiene el nombre en “sharpie” de mi hija por un costado?.

Quien las tomó, después de cargar la patineta bajo su hombro, ¿llegó a su morada como si llevara un trofeo bajo el brazo, pidió sopa caliente, despachó a los suyos, incoherente, con un “ten cuidado, que te vaya bien”? Qué ironía. Para desviar el tema, les dije: yo creo que fueron las liebres.

A la chiquita le causó gracia imaginarlas por el campo en patineta, pero la grande sólo decía: no se vale, no se vale. Pondremos letreros de ‘se buscan mis patinetas’, le dije. Qué absurdo,

contestó. Y entonces, ya no supe qué hacer, ¿cruzar mis brazos, pegar letreros?

Pensé en las liebres patinando…pensé y pensé en todas esas liebres de orejas largas, dientes largos, patas largas…en esas “liebres” que tienen una larga lista de fechorías, que andan en el campo abierto de la vida, como especie plaga, devorando los cultivos, “las vidas de otros”, que gente honesta siembra esperando una cosecha. Entonces yo también sentí impotencia y decepción.

En este caso sólo nos robaron una patineta, y sí, también la confianza, pero hay tantos otros casos, más tristes. Como cuando te roban la vida. QPD, AM.

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de ‘La Fábrica de Cuentos, Cuentos Personalizados’.

ayalalirio@hotmail.com

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