Raquel Padilla Ramos y otro día sin mujeres

El autor es docente en el Instituto Pedagógico de Posgrado de Sonora.

Conocí a Raquel Padilla Ramos en el Colegio de Sonora en el 2011. Yo llevaba unos cursos en esa alma mater de Hermosillo. Su participación se concentró en la revisión de la tesis y el examen de grado. Su rutina consistió en llegar a la hora convenida de cada sesión y debate. Hasta donde sé, no faltó a ninguna revisión. A veces la veía llegar con ropa deportiva; era conocido su afición al ejercicio físico. El académico y escritor Miguel Manríquez fue la conexión con Raquel Padilla. Ella era de las pocas expertas en el tema de la antropología cultural y simbólica. Su elección fue acertada, pues pudimos avanzar y consolidar el trabajo de investigación y análisis. Al final del intenso veredicto, recuerdo que sus frases fueron: “yo que tú me fuera a cenar y tomarme unas cervezas.” Y así lo hice. Y otra cosa que recuerdo fueron un par de fotos que ella tomó durante la presentación y defensa de la tesis.

Dejé de frecuentar a Raquel Padilla, pero mantuvimos una comunicación vía redes sociales. Ella casi siempre sostuvo un perfil alto en Internet. Subía constantemente fotografías y comentarios de su labor y profesión, de su vida cotidiana y social. De tal modo que daba la impresión de que su vida era activa y feliz. Esta fue una idea que yo creí siempre, igual que todos aquellos que echábamos un vistazo a su red social. Nunca detectamos una pelea familiar. Sus batallas eran intelectuales y políticas. Varias veces la agredieron verbalmente y sufrió acoso de sus adversarios políticos. Ella era una activista social y política de izquierda. Era una activista femenina. Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando supimos que su esposo la asesinó el 7 de noviembre de 2019.

Me da gusto saber que su herencia cultural se continúe. Y celebro que un grupo de mujeres adscritas al Instituto Nacional de Antropología e Historia emprenda un Observatorio de Museos con su nombre. Uno de los objetivos es apoyar la lucha de las mujeres para reducir la violencia de género. Y otra de sus metas es resaltar la presencia de las mujeres a través de la historia sociocultural del país expuesta en sus museos. A tres meses de iniciado el proyecto, el Observatorio opera en el Museo de El Carmen, Museo de Historia de Colima y en el Museo de Sonora. El llamado Museo Violeta transmite contenidos donde las mujeres son las protagonistas. Y el Museo Naranja es para organizar el 25 de noviembre Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres decretado por la ONU (Paula Carrizosa, “Para Erradicar la violencia hacia las mujeres”, 17 de febrero 2020, Lajornadadeoriente.com.mx). En los 162 museos nacionales se echará a andar el Observatorio Raquel Padilla Ramos. Un punto que no queda del todo claro es el presupuesto, pues hasta ahora parece que cada museo operaría “a partir de sus recursos disponibles”, según una nota en la página del INAH, publicada el 13 de febrero.

El tema a debate es si los feminicidios son por el modelo neoliberal o por el odio del hombre hacia el empoderamiento de la mujer. Me parece que la cuestión es compleja, por lo que no parece suficiente adoptar la perspectiva económica, política o cultural. Hay que ver el asunto en su multiplicidad de aristas, analizar las regiones y casos. En México, por ejemplo, hasta antes de 2018, los gobiernos prianistas neoliberales detonaron la desigualdad social y la competencia de todos contra todos por el pan de cada día. A este problema se suman otras situaciones igualmente difíciles de abordar. Por ejemplo, la cuestión de los recursos y la movilización de las masas sociales. Una duda que recorre los festejos del 8 de marzo de este año es el rubro del financiamiento. ¿El capitalismo internacional está fomentando un radicalismo entre las mujeres? Pero, donde no hay dudas es en las estadísticas de asesinatos: en enero hubo 73 feminicidios, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Por último, anoto que me da gusto saber que una de las hijas de Raquel Padilla Ramos está continuando el activismo cultural y político.

 

El autor es docente en el Instituto Pedagógico de Posgrado de Sonora.

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