¡Qué chulada, y en tele!
Licenciado en Comunicación y Maestro en Tecnología Educativa.
A los 10 años comenzó mi locura por el futbol, ¡y cómo no perder la cordura al ver jugar a Pelé y a su Brasil de los 70!
Fue un deleite disfrutar a los Cariocas en aquellas televisoras Philco que llegaron a Cachanía a finales de 1967 y principios del 68, previo a las olimpiadas realizadas en México.
Para los Cachanías la llegada de la tele significó una ventana para el entretenimiento, y así como disfrutamos la medalla de oro del joven nadador de 17 años , Felipe “Tibio” Muñoz, que enloqueció al país por su presea en nado de pecho de 200 metros, también por la tele gozamos la magia de Pelé, Rivelino, Carlos Alberto y Tostao.
Junio del 70, tiempo ideal para que la señal de la tele no fallara y ver el juego del hombre como le llamaba al futbol el cronista Ángel Fernández.
Era novedad ver deporte por la pantalla chica.
Santa Rosalía era esencialmente radiofónica.
Las emisoras de Sonora y Sinaloa nos informaban de las hazañas de nuestros ídolos del deporte.
Además teníamos al alcance los medios impresos como Súper Hit, Box y Lucha, Ring Mundial y el periódico Esto, que vendían el peluquero Ramón Vergara y la Librería Núñez.
Pero disfrutar el deporte en tele, era “una chulada”, no tenía comparación y más ver un mundial de futbol en compañía era espectáculo garantizado.
En Cachanía se hablaba de futbol, atípico en una comunidad beisbolera cuyos hijos pródigos ya habían hecho cosas interesantes en ‘el rey de los deportes’ como el caso del “Huevo” Romo.
A inicios de los 70, el futbol en Santa Rosalía era incipiente y con equipos aislados que jugaban en los rudimentarios campos de Santa María y el Yeso, ubicados en la salida norte.
Los precursores del fut en Cachanía, Antonino Arciniega y Armando Verdugo, pendientes de la gesta mundialista, al igual que la familia Landeros, pionera del club América de ranchería integrado en su mayoría por hijos de mineros.
Cuando la esperanza muere a lo último, siempre hay una rendija para el optimismo; ese día en que México se enfrentó a la poderosa Italia, nunca perdimos la fe de que el tricolor venciera a los europeos.
Pero no fue así, la realidad pasó por encima de la fe.
Qué tristeza ver cómo el portero Nacho Calderón se convirtió en una coladera y los azurras golearon 4 a 1 a México.
La eliminación del tricolor dejó triste a la afición, por eso cuando Italia llegó a la final contra Brasil, los cariocas eran los consentidos de los mexicanos.
Aquel 21 de junio del 70, la final del mundial la vimos en la casa parroquial de la iglesia Santa Bárbara con el hermano Alfonso Segato, oriundo de Italia.
El primer gol fue anotado por Pelé que lo gritamos con entusiasmo, ante la mirada fulminante del hermano.
Antes de terminar el primer tiempo cayó el gol de Italia para beneplácito del oriundo del país de la bota.
El segundo tiempo fue una pesadilla para los europeos, el último gol que selló la victoria de Brasil de 4 a 1 lo gritamos con tanta emoción que se oyó hasta el malecón, ante la tristeza del hermano que alcanzó a decir: “para haber sabido ni les abro la puerta diablillos”.
Licenciado en Comunicación y Maestro en Tecnología Educativa.
FB: Soy Pepe Peralta