¿Para qué nos sirve la perspectiva de género?

La autora es directora del Centro de Investigación y profesionalización en Política y economía y vicepresidenta de AMME Hermosillo. @sandovalizette

He escuchado, visto y observado, cómo muchas personas desdeñan la perspectiva de género (PG), y es que no es para menos, pues representa una serie de conceptos y acciones que deben ir acompañados de cambios en cómo vemos las cosas en todas las esferas de la sociedad; en cuestionarnos el Statu Quo de las prácticas sociales, cómo nos deshacemos de viejos paradigmas, ideas tradicionalmente dirigidas a favorecer a un género sobre otro, pero sobre todo, a pensar críticamente.

Y créanme, son pocas las personas que se atreven a pensar de esta manera, porque conlleva la difícil tarea de desaprender para volver a aprender.

Pero la principal razón por la que se habla de manera negativa o se niegan a aprender sobre PG es la ignorancia. Una ignorancia de la que se puede ser consciente o no, porque lo que busca la PG es un balance entre la igualdad que ostentamos hombres y mujeres y de ninguna manera favorecer de forma desmedida a la mujer por encima de los derechos del otro.

La PG se refiere a la metodología y los mecanismos que permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres y otros grupos, que se pretende justificar con base en las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad de género.

Es una herramienta conceptual que busca mostrar que las diferencias entre mujeres y hombres se dan no sólo por su determinación biológica, sino también por las diferencias culturales asignadas a los seres humanos, es decir, que los roles que desempeñamos hombres y mujeres socialmente no están definidos por nuestro sexo, (hombres al trabajo, mujeres a la casa, a cocinar, a cuidar hijos... etc), sino por la construcción social que cada comunidad recrea y reproduce de manera mecánica y muchas veces absurda, sin ningún tipo de ejercicio de pensamiento crítico.

Estamos inmersos en todo un sistema que reproduce estereotipos de género que afectan el desarrollo de hombres y mujeres desde el hogar, hasta las organizaciones. ¿Te has puesto a pensar en la publicidad que inunda los medios y las redes, todas las vísperas al 10 de mayo?, ¿te has puesto a observar la publicidad en torno a los juguetes para niños y niñas?, ¿para quién son los autos, los artículos deportivos?, ¿para quién son las muñecas, las cocinitas, los juegos de té?, ¿por qué no enseñamos a los niños a jugar también a ser papás, a cocinar; no es un rol que socialmente los hombres también desempeñan en la realidad? A esto me refiero cuando hablamos de un sistema.

El empleo de esta perspectiva plantea la necesidad de solucionar los desequilibrios que existen entre mujeres y hombres mediante acciones como el fortalecimiento del poder de gestión y decisión de las mujeres; la justa valoración de los distintos trabajos que realizan mujeres y hombres, especialmente en lo referente a la crianza de las hijas e hijos, el cuidado de los enfermos y las tareas domésticas; la modificación de las estructuras sociales, los mecanismos, las reglas, prácticas y valores que reproducen la desigualdad y los estereotipos.

Por ejemplo, la incorporación de la PG en la Medicina ha permitido entender que los síntomas de ciertas enfermedades, o los efectos secundarios de algunos medicamentos, son diferentes en las mujeres que en los hombres, e inclusive entender que hay ciertas condiciones sociales que agravan enfermedades en hombres y en mujeres de una manera diferenciada.

La PG también permite que los hombres luchen por derechos que les corresponden, como acciones para lograr contar con servicios de guarderías y días de paternidad, entre otros.

Es necesario entender que la PG mejora la vida de las personas, de las sociedades y de los países, enriqueciendo todos los ámbitos productivos, es decir, no se limita solamente a las políticas focalizadas a favor de las mujeres o acciones en las organizaciones o las familias, sino que beneficia a todos los núcleos sociales en su totalidad.