Mundo de hombres

El autor es Licenciado en Economía por la Universidad de Sonora.

Vivimos en la era de la inversión. Parece ser que la masculinidad es percibida como mala. La familia nuclear y sus valores cada vez cobran menos relevancia en nuestra cultura actual. La monogamia, la idea de ser prudente al conducirse con el sexo opuesto es anticuada.

Las cosas se han salido tanto de control que lo que antes se consideraba radical ahora se transforma en la norma. Estos cambios han venido ocurriendo con una aceleración que no se había

visto nunca en la historia. A diferencia de otras eras donde el cambio era gradual y todavía ocurría dentro de un margen familiar, ahora cada par de años el común denominador se denigra

cada vez más.

Dicho esto, considero anti producente enlistar la miríada de fallas de nuestra sociedad actual. En vez de eso, deberíamos mejor examinar las consecuencias de vivir en una sociedad antihombres.

El “hombre” que prevalece en nuestra cultura actual es un arquetipo meta político que le puede poner palomita a todas las cajas. Es el consumidor perfecto, sea de un deporte, una bebida alcohólica, un videojuego o serie de películas.

La era de acción ha quedado en el pasado, entusiasmo descomunal por superhéroes en mallas u hombres en uniforme deportivo por parte de hombres cuarentones con barrigas.

Bajos niveles de testosterona saturados por comida procesada, una existencia sedentaria y bebidas fitosestógenas.

Debido a la generalización del conocimiento, pero falta de sabiduría, este nuevo “hombre” es capaz de racionalizar su falta de masculinidad utilizando narrativas progresistas y pernicioso material académico – todo empaquetado con palabras tendenciosas sin sentido – sin nunca tener que afrontar sus inadecuaciones mentales y físicas.

Los receptores de dopamina de este “hombre” están fritos. La vida cotidiana esta llena de actividades que estimulan la parte del ser donde debería de ir el alma. Actividades como la virtud de exhibición, donde todos muestran en redes sociales lo “buenos” que son, apoyar a la ideología dominante en espera de puntos sociales, drogándose con la falsa ilusión del poder, comprando su marca favorita de ropa pro-vegana, tomando su cerveza producida éticamente, todo en un esfuerzo desesperado por obtener validación de los suyos.

Parece que nuestra cultura ha hecho un esfuerzo por menospreciar el protagonismo que históricamente ha tenido el hombre en roles de liderazgo, como proveedor y protector de nuestra civilización.

Incluso uno lo podría interpretar como adoctrinación. Un coordinado esfuerzo (a veces consciente, a veces no) de rezagar las posibilidades que tenemos los hombres para enriquecer a la  sociedad desde nuestro género.

La perspectiva femenina, holística al grado de aglomerar cualquier sentido de definición, pierde impacto y se lleva con ella todo lo positivo que los hombres tenemos para ofrecer. Nuestros espacios de esparcimiento en el mundo moderno cada vez tienen más que ver con estimulantes y embrutecedores, prácticas sociales que nos drenan, que no nos nutren.

Nos hemos visto reducidos a productores de bienes que no disfrutamos y consumidores de sustancias nocivas para nuestra salud. El sentido de aventura que nos ayudó a forjar este mundo se ha

visto enmudecido por la avalancha de la modernidad. Nuestra gran aventura ya no es explorar tierras nuevas, defender la madre patria.

No, ahora vamos a Walmart a comprar comida procesada para ver la televisión.

El sentido de fraternidad y de comunidad para el cual el hombre inherentemente esta hecho se descuida. Espacios donde se generen cadenas de bienestar, donde podamos expresarnos  libremente sin temer el reproche del sexo opuesto cada vez son más escasos. Y no me refiero a un ambiente misógino donde solamente nos quejemos de las mujeres, porque eso también

es parte del problema.

El hombre  ahora principalmente es visto y analizado en como opera en relación a la mujer. Todo esto puede parecer lúgubre, pero recordemos: Nunca había sido más sencillo destacar, porque la barra nunca había estado tan baja.

Regresar el valor que le damos al rol del hombre que encabeza a la sociedad y la familia, que protege  a los suyos e inspira honorabilidad en el resto es un buen primer paso en camino a un gran objetivo: Construir, una vez más, un mundo de hombres.

El autor es Licenciado en Economía por la Universidad de Sonora.