Mi hija es una adicta

La autora es Directora General de Alpha y Aurora Adicciones.

¿Qué fuerte suena el título verdad?, escuchamos la palabra adicta y abrimos los ojos de forma sorpresiva, y nos imaginamos una historia trágica, nos imaginamos a esa mujer de forma indigente, desaliñada; pero jamás nos imaginamos que nuestra hija, la que está encerrada en su cuarto, la que se arregla todos los días, la que sale a la escuela, a trabajar, que tiene amigos, que convive los

fines de semana, la que veo pasar por la cocina, puede ser esa adicta de la que habla el título.

Suena a lo que varios refieren decir “adicto funcional”, hasta ahorita no creo que exista un adicto funcional, tal vez en ese concepto nos referimos al adicto que trabaja, que estudia, que vive en familia; pero esta enfermedad es PROGRESIVA y es lo que no queremos entender, que tarde que temprano nos va a llevar al fracaso, tal vez podemos ser adictos y trabajar toda la vida; pero esa historia de éxito, de metas cumplidas cada vez va a ser más angosta; con tanta mercadotecnia, con esas ondas de los papás “open mind”, con esa nueva teoría de “ser amigos de nuestros

hijos”, con todas esas novedades de hoy en día, estamos solapando de forma indirecta todo este rollo de las adicciones, bajo el esquema de la funcionalidad.

Lamentablemente NO conocemos a nuestros hijos, tristemente solo vemos una cara de ellos, pero no conocemos todas sus facetas, nos estamos acostumbrando al abandono presencial y estamos en una zona de confort de la cual no queremos salir. Nuestros hijos nos manipulan a tal grado que nos volvemos sus subordinados, tenemos unos hijos súper inteligentes, pero que no supimos guiar y que esa inteligencia la utilizan para manipularnos.

Los síntomas de la adicción, son la manipulación, chantaje, mentira y soberbia (ya tocamos ese tema anteriormente), y nosotros somos el principal alimentador de estos síntomas; en primer lugar no queremos aceptar que nuestros hijos tienen una adicción, porque eso significaría que fracasamos como padres, y ahí vade la mano la soberbia porque el aceptarlo es derrota, pero

si no lo aceptamos no hay un inicio para un cambio, para un alivio a tan dolorosa enfermedad.

Y cuando por fin lo aceptamos, nos da miedo el cambio; nos da miedo sacrificar, nos da miedo tratar a nuestro hijo adecuadamente; y que significa esto: es poner límites, generar nuevos hábitos, es amar con disciplina, es volver a ese lugar de padres que alguna vez perdimos sin darnos cuenta, es trabajar con nuestros propios errores, con nuestra propia enfermedad; porque aunque parezca increíble el familiar codependiente del adicto, inconscientemente necesita estar preocupado, necesita que su hijo dependa de nosotros, es por ello que toda la familia debe de hacer cambios para que el adicto pueda recuperarse o bien, el adicto salir de ese entorno.

Mamás, papás, esfuércense, sean valientes; no permitan que esta enfermedad nos cause tanto dolor, una vez que empieza si no se frena en su totalidad siempre ira en aumento.

La autora es Directora General de Alpha y Aurora Adicciones.