Mi amigo 'El Chava'
Jefe de Información de Expreso
“No sé ni cómo ni cuándo me di cuenta de que mis decisiones no tenían vuelta atrás”, me dijo un día mi amigo “El Chava”, mientras platicábamos en la plaza Antonio Mijares, de San José del
Cabo. Un joven de 25 años que ya había estado en la cárcel por robo, riñas y escándalo en vía pública, entre otros delitos menores.
Continuó, “la semana pasada estaba tomando unas ballenas (caguamas diríamos en Sonora) con el Temo”, otro morro con el mismo estilo de vida que tenía “El Chava”, “cuando me pregunta si
me animaba a darle un llegue a la casa de Doña Mari”.
La señora tenía poco de haber enviudado de Don Rafa, quien fue un prestamista muy usurero en Los Cabos’. “Sin decirle ni sí ni no, le di otro trago a la ballena que nos tomábamos, cuando el bato me vuelve a insistir. Le dije que se tumbara el rollo porque no me latía entrarle, era algo que había dejado de hacer porque ya no quería problemas con la tira y quería andar derecho, apenas había
agarrado un jale para tener lana”.
“El Chava” me aseguró que a final de cuentas accedió, no sabía si porque estaba tomado o el mismo alcohol le dio valor, siguió con su relato desde el momento en que el Temo abrió la cajuela de su
carro, un Maverick setentero con la lámina oxidada, “mi compa sacó una barra para forzar la puerta de la entrada del patio, es bien mañoso para hacer esas cosas”, me dijo.
“Según su experiencia, las puertas traseras de las casas son las más fáciles de abrir, porque los inquilinos generalmente le meten más seguridad a las de enfrente.
Me llenó el miedo de volver a ser detenido cuando el Temo abrió sin problemas la puerta, sudé frío, se me aceleró el corazón, era tanta mi ansiedad que me tropecé con un mueble que no vi.
“De repente, Doña Mari prendió la luz, sonó la alarma de la casa; el Temo corrió al patio y brincó la barda con una ligereza que ya la quisieran los que compiten en las olimpiadas, atrás de él salté hacia la calle y me caí de espalda, no me reponía del trancazo cuando vi el brillar de las torretas de una patrulla de la ministerial”.
Con emoción mi amigo “El Chava” seguía su narración de su última aventura delincuencial, “de la patrulla se bajó el Gory, nos conocemos desde morritos, pero le valió madre la amistad, se portó bien ojete y no me dio chance de irme.
Me levantó jalándome de las greñas, mi reacción fue golpearle la jeta con una piedra que alcancé a agarrar. “No lo hubiera hecho, el jodido me aventó con coraje y me dio un rodillazo en la espalda, el dolor me recorrió toda la columna y enseguida recibí una lluvia de patadas.
Me dio un coraje no porque me hayan detenido, sino porque una hora antes me tomaba tan a gusto mi ballena”.
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