Lo que callamos los tímidos (y emprendedores)
La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora y CEO de i Latina Galería.
Cuando era muy niña a mi mamá le preocupaba mi timidez, me costaba trabajo relacionarme con otros niños y a los adultos les respondía lo necesario, no más.
Pasaba largas horas dibujando y jugando sólo conmigo.
En esos años ser hijo de padres divorciados no era muy común, además era hija única y ciertas cuestiones tal vez justificaban mi falta de desenvolvimiento social.
Ella buscaba la manera de hacerme más participativa y me justificaba con los maestros porque al final de cuentas era una niña muy aplicada en la escuela “casi no habla, pero cuando lo tiene que hacer lo hace muy bien”, les decía mientras yo incursionaba en el mundo de la oratoria y los concursos académicos.
Me gustaba esa nueva modalidad en la que preparaba un discurso y lo tenía que exponer frente a grupos, pero sentí miedo muchas veces, a equivocarme, a la crítica, salir de la zona de confort que me regalaba el silencio de sólo dibujar.
Pasé gran parte de mi infancia en algunos talleres de la Casa de la Cultura, el afán de mi madre se compartía con la idea de ayudarme a desarrollar talentos, volverme más sociable y ocupar mis tiempos mientras ella trabajaba.
Seguro estos pequeños, pero muy importantes pasajes de mi vida, tienen que ver con que siempre he estado a favor de la convivencia en diferentes ambientes, otras personalidades, aficiones.
Hablemos del emprendimiento y las emociones.
Emprender un negocio te lleva al límite de las emociones, un día creas una idea, en tal vez muchos días más le das forma, te avientas, pero ¿qué tan listos estamos para cuando las cosas se ponen difíciles?
Tomar buenas y malas decisiones, dejar entrar buenas y extrañas vibras a lo que se convierte en parte tan importante de tu proyecto de vida, la entrada de crisis, pánicos, urgencias y muchas experiencias que se viven a lo largo del emprendimiento.
Indudablemente que el prepararnos para salir de nuestra zona de confort una y otra y las veces que sean necesarias ayuda bastante a que no te tome de sorpresa cada golpe, aprendes a lidiar con conflictos y sensaciones, y en el mejor de los casos, a dominarlos.
Hay veces que las cosas se ponen bien difíciles y me pongo a platicar con la gente, quizá para pedir un consejo o simplemente ver alrededor, y te das cuenta que nadie es tan bueno en todo, que darnos chance de equivocarnos nos da pie para aprender algo nuevo.
Cuando la presión se hace más fuerte hay una reacción al desafío, personalmente he prosperado en medio del caos, me he relajado cuando las cosas van bien, he descuidado quizá en momentos clave, me he puesto retos que me hacen sentir decidida y me intensifican las ganas de crecer.
Puede que nada sea fácil, es cuestión de aprender, de entrenar habilidades, hacer a un lado la timidez y como cuando iba de niña a la Casa de la Cultura, de aventarte al ruedo.
Aprender con base en la experiencia propia te puede poner en más situaciones de riesgo, pero sin duda será lo que más se te quede.
La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora y CEO de i Latina Galería
@ilatinagalería