Llegar a viejo

El autor publicitario miembro de ASPAC.

Mucho se dice que es una bendición llegar a viejo.

De muchas formas la conseja popular toma esta idea y la acuña para el uso cotidiano.

Pudiéramos interpretar que la gente aprecia tal condición, pero, lamentablemente no parece ser así.

Nuestras conductas diarias lo contradicen: las canitas pintadas; los añitos de menos; la forzada apariencia de juventudes pasadas; el bisoñé; la cirugía estética; el anti-age...

Muchas conductas nuestras evidencian que, más bien al contrario, buscamos evitar llegar a viejos.

Sin embargo, sería bueno insistir en que es bueno envejecer y, como buena semilla, trascender.

Más aún, ésta debería ser una intención deliberada de cada persona, camino a su plenitud: intentar llegar a viejo lo más pronto posible.

Llegar cuanto antes a esa edad hoy despreciada.

Veamos, ¿qué significa llegar a viejo, más allá de la apariencia y superficie?

Ser viejo significa varios tesoros: haber pasado por diversos escenarios y haber aprendido qué hacer en cada uno de ellos; haber, además, aprendido qué no hacer en cada situación; haber conocido un sin fin de tipos de personas y aprendido a tratarlas adecuadamente; saber qué es lo más adecuado para decir en cada ocasión; haber aprendido a callar en ciertas situaciones porque era lo más prudente; haber aprendido que –a pesar de nuestro propio desánimo- podemos sobrevivir a tragedias de diverso tamaño; haber aprendido a identificar quiénes son amigos y quienes no; de tanto ver la constancia de la vida, haber aprendido a mantener nuestro esfuerzo aún ante dificultades; haber aprendido que mucho de lo obtenido ha sido obsequio y no triunfo ni conquista propia; haber aprendido a agradecer lo recibido; haber aprendido a aceptar el ser que somos con apego a la realidad y no al ensueño; haber aprendido a cuidar lo recibido; haber aprendido a conservar lo creado; haber aprendido que sólo si dábamos un paso avanzábamos; haber aprendido a estar, a convivir, a aprender; haber aprendido a hacer, a vivir; haber aprendido a ser.

Si lográramos incorporar en nuestra consciencia la búsqueda de esa “vejez” luminosa, verdaderamente avanzaríamos hacia la plenitud.

Si quisiéramos ser viejos pronto, no despreciaríamos tanta sabiduría que dan las vivencias de los años.

Todos nuestros asuntos, personales o de negocios, prosperarían a la luz de la sabiduría.

Queremos la tersura en nuestro cutis, pero un cerebro es mejor si más arrugas posee.

Busquemos ser viejos más pronto.

Descubramos el valor de nuestros viejos.

Continuemos.

Construyamos nuestras nuevas ideas sobre ideas precedentes.

Como buenos vampiros del empirismo, bebamos la sabiduría de nuestros viejos y edifiquemos.

¡Seamos viejos!

El autor publicitario miembro de ASPAC.

Por un México bueno, culto, rico y justo.

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