Little steps, big hearts, world peace

El autor es Publicitario miembro de Aspac.

El pasado viernes viví algo especial.

Hacía tanto que no experimentaba una sensación así que la emoción reverberó en mi interior por horas y horas.

Ahora mismo, casi una semana después, esos sentimientos los traigo a flor de piel, arrancándome suspiros aún.

Sucedió en una escuela, en la William Shakespeare, una institución que aún no llega a dos décadas de vida, pero que vive con intensidad la vocación que ejerce: la educación.

Tuvieron una feliz ocurrencia, organizar un desfile para conmemorar el nacimiento de la ONU y convocaron a sus familias de preescolar a sumarse a una caravana de vehículos que a través del bulevar Morelos llamaron la atención de la ciudad con cláxones simpáticos y el agitar de banderas de todos los países del mundo, en una colorida marcha que sorprendió a una ciudad acaso ensimismada con sus propias y locales preocupaciones.

El cortejo atrajo la atención y despertó la simpatía de transeúntes y conductores que se “sumaron” a la comitiva al momento de responder con sus bocinas o vocear saludos a la infantil comparsa.

Las pequeñas voces apenas se escuchaban gritando “Peace on earth” y “Peace is possible”, mientras saludaban con sus manitas a los sorprendidos espectadores.

Y, sin embargo, su mensaje tenía, sí, una enorme fuerza estentórea que llegaba a cada corazón que se encontró en su recorrido.

La procesión bajó desde el norte, ubicación del Colegio, hasta el puente del Morelos y volvió sobre su marcha en un breve, pero simbólico recorrido que sacaba de sus recintos escolares el llamado a la paz y lo depositaba en las calles, diseminando la invitación.

El final fue mayúsculo.

Vueltos al punto de partida, a los padres les esperaba una propia sorpresa.

Tres o cuatro mesas con manteles blancos a guisa de presidium en sana distancia, maestras y directivos de la institución presidiendo y una organización logística sencilla que fue ordenando los autos en una especie de auditorio vehicular.

Las palabras de una maestra, Luzma, llenaron los altavoces invitando a la conciencia de que la paz no se da sola, sino que necesitamos construirla entre todos, reconociendo con alegría el valor de la existencia que la creación nos da.

Luego, la cereza del pastel.

Una niña, pequeña en años, pero grande en carisma, Victoria, con un toque de profunda ternura y plena convicción, invitando a todos a “respect each other” y también “peace is possible”, en un claro inglés y con un lenguaje expresivo que ganó a todos los presentes.

Cerré, invitado como delegado de la Carta de la Paz, repitiendo la invitación de la maestra Luzma y de la pequeña Victoria, a iniciar esa tan deseada paz en nuestro hogar, en nuestro corazón, imponiendo a nuestra conducta de hábitos el deseo manifiesto de nuestro corazón por esa paz que hay que edificar día a día con nuestros pequeños pasos, o en palabras de William Shakespeare, little steps, big hearts, worldwide peace.

El autor es Publicitario miembro de Aspac.

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