Las mujeres que cambian el mundo
La autora es licenciada en mercadotecnia, con certificado en semiótica de la imagen, copywriter.
Conforme he ido creciendo me he dado cuenta del poco reconocimiento que se le da a las madres a pesar de que el 10 de mayo está marcado en todos los calendarios del país.
Por otro lado, también me he dado cuenta del poco mérito que algunas de ellas se auto acreditan. Quizá se debe a que por generaciones se ha preservado esta idea de que al ser mujer automáticamente estás destinada a ser madre y, por lo tanto, es una tarea que ya sabes hacer.
Es natural. Quizá se debe también a que, como no es una labor remunerada entonces "no cuenta" del todo. No nos olvidemos de cómo la mujer al tener hijos, generalmente y de manera
inmediata se le otorga el papel del ser humano perfecto, incapaz de cometer errores, incapaz de enojarse, entre muchas otras cosas que podemos leer en los poemas para este día del año que encontramos en Internet.
Estas mujeres antes de ser hijas, hermanas, amigas, esposas, madres…son seres humanos y como tal experimentan sentimientos, deseos, sueñan y anhelan. También se enojan, lloran, maldicen.
Desde mi perspectiva son la manifestación de la dualidad de la vida misma en carne y hueso. Y esto tiene sentido, pues las mujeres son fuente de transformación. Fuente de vida y de muerte.
Parece como si ambos elementos lograran fusionarse en una persona y en un momento: el parto. ¿Alguna vez escuchaste a tu mamá o a la mamá de alguien más decir que el parto se sintió como
si hubieran estado al borde de la muerte? "Yo sentía que me estaba muriendo…" Por ahí dicen que para morir hay que nacer, pero para nacer también hay que morir.
No sólo representamos esto en nosotros mismos, sino que también la vida y la muerte se acarician durante unos minutos, el proceso puede ser lento o rápido, pero mientras nosotros entrábamos a la vida, nuestras madres morían de diversas formas, al igual que el mundo mismo. La transformación de repente se vuelve tangible y en un instante el universo entero cambia.
¿Qué murió? Adicional de los componentes físicos de nuestra madre, como sus moléculas y células, muere también un estilo de vida, perspectivas, sensaciones, sentimientos y pensamientos y llegan a la vida otros nuevos. Quizá se pasó del nerviosismo a la alegría o de la expectación al miedo. Quizá la sensación del tiempo pasó de ir en cámara lenta a la velocidad de la luz dónde la incertidumbre se sube ahora a su regazo.
Recuerdo haber escuchado que las mujeres son las que transforman el mundo, y no sólo lo hacen necesariamente al salir a las calles, al alzar la voz, al luchar ante las injusticias, no, las mujeres transforman el mundo a través de sus hijos.
Mi madre ha transformado a la humanidad de la manera más sublime. Le ha regalado un médico honorable y admirable, una mujer que inspira y mueve a los demás y un joven que, a pesar de su corta edad, contribuye a la vida de otras personas. Mis hermanos y yo hemos nacido de la vida y muerte de mi madre y somos la eterna señal de su contribución al universo.
Siempre estará no sólo en nuestros cuerpos, sino en nuestras acciones y en nuestros valores. Solemos pensar que para ser alguien de gran impacto en la sociedad hay que ser millonario, famoso
o superhéroe, pero olvidamos que detrás de todos ellos hay una mujer que cambió el rumbo de la vida. No olvidemos que detrás de todo hay siempre una mujer que transformó el mundo.
La autora es licenciada en mercadotecnia, con certificado en semiótica de la imagen, copywriter.
kassandraom97@gmail.com