La vuelta

El autor es Publicitario miembro de ASPAC 

Las noticias alborotan sobre la inminente vuelta a clases presenciales (en Campeche ya han vuelto). Las opiniones son variopintas, aunque quizá en el fondo todos queremos la vuelta ya, si bien, aceptamos que habrá algunos cambios y nuevas formas de hacer que acaso permanecerán de aquí en adelante como parte de una nueva normalidad.

Aunque hay que reconocer que muchos deseamos la vuelta, más para poder sentir que toda esta locura de coronavirus y pandemia ya pasó y que estamos en una situación estable y asentada.

Una intuición reza dentro de nosotros “en tiempos de tormenta no hagas mudanza”. Y, cierto, mientras todo esto tenga la situación de pasajero, precario, semoviente, algo nos dice que no podremos cimentar con firmeza nuestros proyectos.

Esta situación que atravesamos ha tenido mucho de locura, nos ha impuesto juicios y criterios no habituales y nos ha sorprendido a todos, exaltándonos los ánimos al presentarnos hechos por un lado y por otro que, vistos en mutua perspectiva han parecidos faltos de razón, pues han sido expuestas por la situación las esenciales diferencias que subyacen en el corazón del

individuo, la protección de la vida versus la protección del poder; el cultivo del cuidado o el cultivo del temor; y en el fondo de esta contrastación, el amar a Dios versus amar al dinero.

Hay ya, sin embargo, facetas que no dudaría en calificar de positivas. El asalto del hogar al trabajo, aprovechando que fue este último quien acudió a guarecerse bajo los brazos del primero. Con visos de revancha el hogar ha impuesto el horario al home-office haciendo sonar la campana para el desayuno, la comida y la cena, momento al cual acuden sin chistar padres, hijos y nietos a compartir la mesa común que, como nunca, ahora se llena de luz y de alegría, permitiéndonos una convivencia que no recuerdo sino desde los remotos tiempos de mi infancia, más de medio siglo atrás, cuando regían otros criterios, otros hábitos y otras circunstancias.

Todos a la mesa, bendiciendo los alimentos, pasándonos la sal y el pan, compartiendo anécdotas y chismerías, es algo que no vivíamos -literalmente- desde el año de la catota. Así es que, cuando volvamos a la normalidad, ¿Cuáles cosas vamos a querer quedarnos con ellas y cuáles estaremos dispuestos a dejar ir? ¿Desearemos mantener el aseo y la higiene? ¡Qué bien! ¿Nos quedaremos

con el ‘bozal’ en el rostro? ¡mmmh! ¿Dejaremos que se diluya la mesa común de pan y platiquita? ¡Noooo, por Dios!

Bien, sea lo que sea, seguro encontraremos un camino, y si no, como dijo Aníbal, lo construiremos.

El autor es Publicitario miembro de ASPAC

Por un México bueno, culto, rico y justo.