La virtud de la paciencia: todo un arte
La autora es Lic. Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.
Para mí, y quizá para ti también, la vida implica una curva con altas y bajas en el proceso sobre cómo armarse de paciencia para muchas cosas.
Eso de saber esperar es todo un arte.
En 2005 trabajaba yo en una agencia de publicidad haciendo el papel de ‘copy’, es decir, la encargada de conectar el mensaje que una empresa o producto le quiere transmitir a sus consumidores.
Para esto tenía también algunas otras funciones, varias, como no es extraño en muchos de los trabajos: “encárgate de que la gente siempre esté trabajando, Martha, como maquinitas, que rindan al máximo, pero jamás uses la palabra urgencia”, decía mi jefa.
Cuando eres joven a veces cuestionas y otras veces sólo acatas, pero hay mensajes que entiendes conforme experimentas. Hay palabras que ves como simples, pero pueden ocasionar el caos, hay cosas para las que vale más sólo esperar.
El problema de estos días es que la espera camina al lado del sufrimiento. Estamos tan acostumbrados a no esperar para tantas cosas, y con esto, absolutamente, la tecnología tiene que ver.
Tenemos en nuestras manos algo que nos da respuestas inmediatas, escribes unas cuantas palabras y obtienes la información que necesitas, matas curiosidades sin piedad.
Nos ocupamos a veces tanto de pensar en el futuro que cuando éste llega ya queremos planear el siguiente, tenemos plazos, fechas límites correteándonos, tocándonos los talones. Sin embargo, la tecnología y las prisas no nos pueden arrebatar la originaria capacidad de esperar.
La psiquiatra Lola Morón, declaró para El País: “no nacemos siendo pacientes, la paciencia se entrena. ¿Cómo? Aprendiendo a tolerar el sufrimiento que provoca el desconocimiento, la incertidumbre y el descontrol”.
Me detengo de tajo y me pregunto ¿podríamos acaso vivir en la sala de espera?... sería como vivir desde el centro de la paciencia, permitir que las cosas surjan de manera natural, así como esperar un amanecer.
Seguro escribo sobre esto porque soy de esas personas que les cuesta mucho trabajo bajar la guardia, bajar el ritmo, mantener la calma.
Quiero pensar que todos los consejos que he leído sobre dejar que las cosas fluyan no signifiquen sentarse a ver la vida pasar, no, no, sino que tenga que ver con ser más selectivos en la vida, decidir por cuál camino andar, sin marcha forzada ni apurada, sólo ir.
Descubrir con calma, paso a paso aprender lo que nos enseñan los cauces naturales.
Accionar con cautela.
Entre tantas cosas que queremos hacer desde nuestro confinamiento, hay personas y acciones que extrañamos, hemos aprendido a cambiar nuestra visión de túnel por una más panorámica.
Visualizar a veces con curiosidad, otras veces de manera obligada en varios escenarios, será parte de retomar la calma, de disfrutar la espera, o en su defecto, de aprovecharla.
Hay un relato con un contenido brutalmente encantador y que en estos días se le ha atribuido a García Márquez y también a Carl Gustav Jung, pero investigándole poquito resulta no ser de ninguno, se lo debemos a Alessandro Frezza, escritor italiano de “El capitán y el mozo”; mi frase favorita y con lo que me quedo es: ¨la espera sirve a sublimar el deseo y hacerlo más poderoso¨.
La autora es Lic. Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.
CEO de i Latina Galería.
@ilatinagalería