La relación de pareja
El autor es director de Humanidades y Educación en el Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte
Podríamos decir que estamos en el mes más meloso del año. Todo invita a celebrar el amor y la amistad, a demostrar cariño, a inundar los días de romanticismo. Sin embargo, para las personas que han sufrido una decepción amorosa, este mes puede ser un recordatorio de su soledad, de las ilusiones rotas, de un pasado que no tuvo futuro.
El enamoramiento y el romanticismo tienen gran parte de sus cimientos en la idealización. Pensamos que nuestra pareja es “nuestra alma gemela”, un ser maravilloso, sin fallas ni defectos.
Los problemas se presentan cuando la realidad comienza a emerger, lo que es inevitable con el trato cotidiano. Uno de los primeros conflictos puede ser darnos cuenta que nuestra pareja no
piensa lo mismo que nosotros, no quiere lo mismo que nosotros, no le interesa lo mismo que a nosotros. Sin madurez, ésta puede ser una fuente de conflicto y llevar a la separación.
Los neurocientíficos han probado que al cerebro le gusta la novedad. Esa fue la primera razón por la que nos sentimos atraídos a una pareja. Hubo algo diferente que nos llamó la atención.
Después fuimos encontrando puntos de coincidencia, de intereses comunes. Pero es un error pensar que a partir de entrar en una relación cada uno debe renunciar a ser quien es. En los noviazgos adolescentes es frecuente que las personas dejen de ver a sus amigos y amigas, olviden sus aficiones e intereses y hagan de su pareja el centro del universo.
Asimismo, uno de los venenos de cualquier relación es estar señalando lo que hemos hecho a favor del otro y exigir que corresponda. La relación se convierte en una competencia, y como en
toda justa es necesario que haya un ganador: el que ha sido “más bueno”, “más espléndido”, “más generoso”, y un perdedor: el que aparentemente no ha hecho tanto por la relación. Por eso, la humildad bien empleada consiste en saber que mi valor o el del otro no dependen de los logros, sino que todos somos valiosos como personas. Todos tenemos aciertos, pero también todos tenemos equivocaciones como pareja.
Ahora bien, cuando una relación comienza, buscamos instintivamente impresionar al otro con nuestra inteligencia, nuestra belleza o nuestro sentido del humor. Elegimos una máscara que se nos vea bien. Pero una relación no puede perdurar si falta el valor de expresar, si sólo busca impresionar. Hay que quitarse la máscara. La valentía del conocimiento mutuo pasa primero por la del conocimiento propio.
A veces no tenemos el coraje de aceptarnos tal cual somos, nos da miedo aceptar nuestros defectos o carencias. A veces nos da miedo aceptar la verdad del otro, porque rompe el ídolo que yo había hecho de él o ella. Sin embargo, para que una relación pueda superar los conflictos que inevitablemente se presentarán es necesario pasar de la ilusión a la realidad.
En este mes y en el futuro la relación de pareja es un gran reto que requiere mucha madurez de ambas partes para su crecimiento integral. Usted, ¿qué piensa?
El autor es director de Humanidades y Educación en el Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte @rafaelroblesf