La Radio, mi amiga

El autor es Licenciado en Comunicación y Maestro en Tecnología Educativa.

“Mira papá: compras el periódico, escuchas noticias por radio y ves televisión, ya estás viejito”, me dijo mi hija menor.

Escuché, respiré profundo y pensé, en efecto soy la única persona en la familia que tengo esos hábitos de consumo de medios.

El asunto de la edad fue secundario, lo importante de la expresión es que me conectó con la experiencia con los medios en casi seis décadas de andar en este mundo terrenal.

En casa no ven tele, la prenden para ver Netflix, escuchan música en smarphone y por el cel se conectan con el mundo del entretenimiento y prácticamente con él hacen casi todo.

¿Cuándo iba a imaginar que en la era digital y en plena pandemia compraría un radio por amazon? Recordé que el medio ha sido importante en mi vida, particularmente en mi infancia y adolescencia.

El comentario en casa: ¿qué le pasa a Papá?, comprando un radio pudiendo escucharlo en el cel o la computadora, como dicen los jóvenes de hoy: “ te pasas”, me dijeron.

El caso es que dentro de algunos días el radio llegará a la puerta de casa, sin haberlo sacado fiado en la tienda Palencia como en aquellos años en Santa Rosalia, BCS.

La radio con su sonido me llevó al mundo de la imaginación y me relacionó con el universo.

Las ondas hertzianas me enseñaron que había otros mundos más allá de la Península de Baja California.

Con la radio descubrí de lo que es capaz la voz y valoré el poder de la palabra; fue con ella que supe que la voz tenía colores y sentimientos.

Con la radio supe que el hombre había llegado a la Luna.

A través de ella conocí la música popular de nuestro país; gracias a sus ondas Pedro Infante fue ídolo popular y las radionovelas fueron fieles acompañantes en los hogares.

Por la radio me di cuenta que de ese aparato salían fascinantes personajes que construíamos en el imaginario, radionovelas que hicieron más pasajero los veranos en el puerto.

Por eso para Navidad pedíamos la capa de Kalimán.

Fue la radio quien me llevó a un paseo imaginario por la bahía de Guaymas, con la voz del icono de la locución del puerto sonorense, Hiran Ortega Bobadilla.

Con la radio aprendí a cantar la canción que decía: “café combate, que rico aroma, café combate, la gente toma”.

La radio me despertaba en plena madrugada con los cañonazos de Radio Cañón, estación de Ciudad Juárez, en cuyo programa se promocionaban cremas que curaban todos los males.

Por medio de la radio escuché en voz de Fausto Soto Silva la narración de los jonrones de Héctor Espino y de las andanzas del mejor pitcher en la historia del beisbol mexicano, Vicente “Huevo” Romo Navarro, del meritito nivel 50 de Santa Rosalía.

Le debo a la radio parte de lo que soy.

Por eso espero con ahínco la llegada de mi nueva radio, como se ansía la llegada de un amigo.

El autor es Licenciado en Comunicación y Maestro en Tecnología Educativa.

Facebook: Deportes por Pepe Peralta