La Hispania Romana

El autor es Escritor e Historiador Estudiante de la Escuela de Derecho de la Universidad Unilíder.

Hispania es el nombre por el que los romanos conocieron a la península Ibérica que etimológicamente podría significar "tierra de conejos". Deriva de una voz fenicia alusiva a esta característica zoológica que tenían sus tierras en la antigüedad. La nueva denominación pervivió más allá del fin del Imperio Romano y por evolución lingüística fue transformándose primero en Spania y después en España.

Roma logró hacer a la península española una parte más de su inigualable imperio. Acabó con toda la diversidad de tribus indígenas y tardó casi dos siglos. Hispania fue también escenario de luchas internas entre romanos. La rebelión de Sertorio y las Guerras civiles entre Pompeyo y César  que se llevaron a cabo entre los años 45 a.C. y 43 a.C. dan prueba de la importancia de

estos territorios para el naciente Imperio Romano.

En el año 195 a.C. Catón, cuando ejerció su mando sobre la totalidad de Hispania, dio por concluida la sublevación de reyezuelos y etnias e implantó la división en dos amplias provincias: la

Citerior (la más cercana geográficamente a Roma, que comprendía el centro, este y noreste peninsulares) y la Ulterior (la más alejada de la metrópoli), con el criterio de separar ambientes culturales distintos.

Desde aquel entonces y durante los próximos 200 años, hasta la derrota que infligió Agripa a los cántabros y astures en el año 19 a.C.,  no se cambió esta división de Hispania Citerior y Ulterior, a excepción de la raya geográfica que se iba acrecentando poco a poco, como resultado de las conquistas.

La presencia continuada de tropas durante los siglos II y I a.C., junto con el importante flujo de emigrantes itálicos desde mediados del siglo II a.C., favorecieron la incorporación de las áreas

más desarrolladas de la cultura romana. El proceso se aceleró a partir de César.

En las áreas más fértiles, se fundaron un mínimo de 21 colonias con veteranos de las legiones y población plebeya de Roma. Asimismo, fueron otorgados 18 estatutos de municipio a núcleos de población indígena con un grado de romanización elevado.

Andóbal (Indíbil) y Mandonio eran por aquel tiempo los dinastas más poderosos entre los íberos y de quienes se opinaba que eran los amigos más fieles de los cartagineses. Desde hacía tiempo, empero, estaban disgustados. Buscaban la ocasión de insurreccionarse desde que Asdrúbal, por desconfianza hacia ellos, les había exigido el pago de una gran suma de dinero y la entrega de

sus mujeres e hijas como rehenes.

Pensaron que aquél era un momento oportuno, sacaron su ejército del campamento de los cartagineses durante la noche y se retiraron a unos lugares escarpados donde podían defenderse

con seguridad. Tras este hecho, la mayoría de los íberos desertaron de Asdrúbal, ya que desde hacía tiempo estaban molestos por la arrogancia de los cartagineses [...].

Escipión entregó a los ilergetes sus hijas y al día siguiente hizo un tratado con ellos. Lo esencial de este acuerdo era que habían de seguir a los jefes romanos y obedecer sus órdenes. Firmaron el tratado y se retiraron a sus campamentos. Reuniendo sus fuerzas, se acercaron adonde estaba Publio, formaron un bloque con los romanos y avanzaron contra Asdrúbal.

Consecuencia de todo ello, en el siglo V, Hispania se componía de 7 provincias romanas, pero las invasiones bárbaras de principios de este siglo (409-414) dieron paso a una nueva época. Los

suevos crearon su propio reino en el noroeste y los visigodos dominarían la mayor parte de la península ibérica durante casi los tres siglos siguientes.

Fuente Bibliográfica: Antonio Martín Martínez, “Los itinerarios de Polibio en Hispania y su visión de la actividad guerrera de los pueblos peninsulares”, Universidad de Madrid, 2012.

El autor es Escritor e Historiador Estudiante de la Escuela de Derecho de la Universidad Unilíder.

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