La dualidad del conocimiento

La autora es licenciada en Mercadotecnia, con certificado en semiótica de la imagen.

En el último par de días he pensado y recordado bastante una conversación que tuve con uno de mis grandes amigos de licenciatura. Hablábamos sobre el conocimiento y sus dos caras.

Con franqueza y algo de modestia, afirmo que mi amigo y yo éramos catalogados como de los más listos en nuestro grupo de compañeros. Nosotros siempre caminando por el campus con algún libro en nuestras manos, siempre buscando información, investigando; siempre llenos de curiosidad y queriendo saber más, siempre compartiendo elementos de los temas más inesperados.

Siempre llenos de datos "inútiles" pero curiosos. Undía, por alguna razón terminamos hablando sobre lo bien que nos hace sentir el saber. La seguridad que nos brinda, la comodidad, la relativa autorrealización, la amplitud de perspectivas... en fin. Sin embargo, por unos segundos nos invadió el silencio, y momentos después él comentó "Si, saber es genial, pero el conocimiento también muchas veces te aísla un poco."

Lo reflexioné y me di cuenta de que es verdad. El conocimiento y el saber son un arma de doble filo. Por un lado tienes la información, sabes el qué, cómo, cuándo y dónde sucede. Sabes la verdad, quizá no de forma absoluta, pero eres más consciente de lo que acontece a tu alrededor. Tus ojos, oídos y mente están más abiertos. Ves más allá, por lo que esa misma información te hace algo distante, a veces te sientes incómodo por lo que ves y por lo que escuchas, sobre todo cuando se trata de datos incorrectos. Corregir o compartir la información adecuada te vuelve aburrido: el que se toma todo muy en serio y el que no canaliza bien las bromas, porque carecen de sentido.

En algunos casos te vuelve una persona un tanto depresiva o pesimista, sobre todo cuando estás dentro del mundo del marketing y te informas sobre los procesos de producción de marcas, el origen de lo que comes, de lo que llevas en el rostro. Cuando te enfrentas con datos, cifras y golpes de realidad, te asustas. En ocasiones te sientes impotente porque lo que está dentro de tus manos es muy poco y no es suficiente para cambiar las cosas.

Hay que agregar que de igual forma, hay ocasiones en las que los demás no quieren saber más de lo fundamental para sobrevivir. ¿Cómo puedes hablar con alguien que no quiere escuchar?

Entonces, el saber, el contar con el conocimiento se vuelve verdadera y parcialmente inútil. Una persona no puede cambiar todo un mundo por si sola sin morir en el intento. La cuestión es que no te sirve de nada descubrir algo si no lo vas a compartir. La verdadera importancia y función del conocimiento es llevarlo a los demás y avanzar juntos.

¿Cuántas personas son egoístas con lo que saben? Me encontré con muchas en la universidad, en mis clases de idiomas principalmente. Algunos días observaba una competencia de "quién sabe más que el otro" en lugar de una clase donde todos quieren llegar al mismo objetivo: aprender.

Nunca dejará de ser triste el querer compartir, informar y llevar lo que he aprendido y ser rechazada. He visto que al ignorar las cosas, la vida parece un poco más llevadera, más divertida y más fácil. Si los demás se sienten bien de esa forma, no soy nadie para interferir.

Por el contrario, siempre estaré encantada de compartir mi mente y perspectiva con quien quiera escuchar.

La autora es licenciada en Mercadotecnia, con certificado en semiótica de la imagen.

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