Hubris, la enfermedad del poder

El autor es Asesor Parlamentario de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión.

El síndrome de Hubris es la enfermedad que hace que quien la padece crea que lo sabe todo y que el mundo gira alrededor de él. Hubris proviene del vocablo griego hybris, que significa desmesura o exaltación, palabras que en parte definen a quien cae en la también llamada “enfermedad de poder”.

Dicho trastorno de personalidad recae, principalmente, en grandes empresarios, políticos, gobernantes y en personas que ostentan algún tipo de poder. Dentro de las características principales destaca que se convierten en personas soberbias, arrogantes, narcisistas, temerarias y egocéntricas. Incluso, en casos más extremos, pueden mostrar tintes de locura.

El mayor de los pecados, según los griegos, era justo la “hubris” ya que consideraban que era la pretensión que cometían quienes querían igualarse a los dioses y creerse más allá de la condición humana.

La historia ha dejado a su paso a varios personajes que retratan ser un claro ejemplo de esta enfermedad. Mencionaré tres para dar una idea general: Adolfo Hitler, Saddam Hussein y Augusto Pinochet.

Dichos personajes, con el ánimo de trascender, se distinguieron por realizar obras monumentales, estatuas, murales y cuadros a gran escala con sus fotografías, ya que buscaban ser inmortalizados a través de ellos, mostrando su ego sobredimensionado.

Perder el foco de los verdaderos problemas que enfrenta la sociedad, no escuchar otras voces más que la suya y pensar que tienen la verdad absoluta, los llevan a creer que nunca se equivocan, que todo lo que hacen es lo correcto y consideran que quien difiere con ellos es su enemigo.

El periodista y escritor estadounidense Ernest Miller Hemingway mencionaba que las personas que se enferman de poder evaden la realidad y considera que es como si se trasladaran a otro planeta, por lo cual, no se ubican en el tiempo y en el espacio en el que viven, por lo que toman decisiones erróneas.

Algo destacable de este síndrome es que tiene un principio y un fin muy claro, se considera una enfermedad pasajera en las personas que tienen sólo poder político, ya que los cargos y puestos no son eternos y mientras están en lo altos vuelos del poder suelen perder el piso.

Pero el paso del tiempo los va centrando en su realidad. Vuelven a ser personas ordinarias. El desgaste en su imagen y en el trato soberbio que tuvieron con las personas a su alrededor, les genera un rechazo social muy fuerte.

En México, basta con dar una repasada a los políticos tradicionales que estuvieron más encumbrados en el poder para darnos una idea de que tenemos perfiles que encajan a la perfección.

El expresidente de Uruguay, José Alberto Mujica Cordano, mejor conocido como Pepe Mujica, dice que el poder no cambia a las personas, sólo revela quienes son verdaderamente.

Y tú, ¿conoces a alguien que crees que haya padecido este síndrome?

Avancemos.

El autor es Asesor Parlamentario de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión.

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