Hoy tendí mi cama
La autora es chef y comunicadora.
Cada mañana, al despertar, lo primero que hago desde hace casi 35 años es tender mi cama, en ocasiones muy contadas no ha pasado y eso es de verdad porque me fue imposible en su momento.
Un día escuchando una plática de grandes como hacemos todos cuando somos jóvenes y muy muy metiches (yo solía fingir que no escuchaba, pero hasta los tonos me aprendía) escuché decir a mi mamá que cómo pretendíamos ser el futuro si no teníamos disciplina, si dejábamos las cosas inconclusas y entre tanta queja que dio ese día en su plática dijo:
“Y ni su cama son capaces de tender, ¿así cómo pretenden ser buenos en todas sus actividades?, si es lo primero que debemos hacer cada día de nuestra vida”.
Claro que en ese momento al escucharla sentí un golpe en el corazón y dije:
“Híjole, de seguro ese tiro fue para mí, sentía cada pedrada…”
Ese día me propuse cambiar todo con el afán de tener contenta a mi santa madre y, por supuesto, para demostrarle que aquí se había equivocado yo sería diferente y ella estaría muy orgullosa de mí.
Mi primera semana de aprendizaje fue muy difícil y creo que mi mamá ni cuenta se dio de que su pequeña ‘latosilla’ estaba tratando de demostrarle que ya tendía la cama solita, hacía todo el ruido posible y mi madre ni volteaba a verme.
La segunda semana, en medio del ‘corre-corre’ de la escuela dije:
“Dejaré mi cama así, ni cuenta se ha dado mi mamá de que ya soy niña grande”, pero la verdad me ganó el remordimiento y me regresé a tenderla rápido; aún recuerdo haber visto dibujado en su rostro una ligera sonrisa (mis hermanos dicen que eso no paso).
La tercera semana mis habilidades mejoraron, tendía la cama con tal rapidez y descubrí que mi casa hasta limpia se veía con mi labor titánica.
Un buen día me armé de valor y le dije a mi mamá que si de casualidad no se había fijado en mi casi un mes de trabajo, volteó y me dijo:
“Sé que tus cualidades son infinitas, claro que me he dado cuenta y sé que algún día vas a mejorar, sé también que vas a lograr lo que te propongas; es muy sencillo, mira, sé que no fue fácil para ti tender tu cama, dejabas todo mal acomodado, pero seguiste haciéndolo”.
Si cada uno de nosotros inicia con un pequeño esfuerzo cada día, éste se convierte en hábito.
El hábito se transforma en cultura y la cultura nos permite ser y hacer cualquier cosa que nosotros queramos.
Los años pasaron y me di cuenta cuán importante fue la lección de aquellos años en mi vida, unas pequeñas palabras, un reto para mí y algo formativo que espero heredar a mis hijos y a los hijos de mis hijos.
No sólo es tender una cama, ése es un primer paso, es lo que cada uno de nosotros puede hacer una vez que decide cambiar su pronóstico de vida y no ser como los demás.
Hagamos buenos hábitos uno a la vez, terminemos siempre lo que comenzamos y aun cuando parezca que nadie nos ve, no importa, esbocemos nosotros siempre una sonrisa, al final la cama está tendida para mí… para ti, para nadie más.
La autora es chef y comunicadora.
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