Genomas familiares

El autor es Publicitario miembro de ASPAC Por un México bueno, culto, rico y justo.

Qué agradable es conversar cómo el pensamiento nos lleva a recuerdos, reflexiones y razonamientos. Ayer, mi hermano mayor y yo, como tantas veces, nos metimos en una tertulia sorpresiva y  estimulante.

De pronto,  nos encontrábamos entre las líneas genómicas de nuestra familia tratando de desentrañar los hábitos y las conductas, las tendencias y los acentos que se subrayan en nuestros patronímicos.

Allí encontrábamos ecos -o mejor fuentes- de nuestras proclividades. El Mayoral administrador de bienes y procesos,  cuidador de la calidad, gestor fructífero y confiable; el Peña de alta sensibilidad, artista de lo estético, expresivo polisensorial; el Becerril laborioso, incansable, sin alcurnia y con denuedo, determinado a hacer el quehacer hasta su culmen; el Arvizu y el Salcido, vascos ambos, recios y determinados, abundantes en frutos y cosechas resultantes de su trabajo.

Hablamos de las pruebas y testimonios, lamentablemente sólo orales, de lo que la abuela relataba y de lo que nosotros, como forenses de improviso, intentábamos aislar e interpretar.

Recordamos los viajes en berlineta de la abuela con su padre hasta Carbó a revisar la producción de las hortalizas, el pago de los salarios y el cobro de las rentas de diez centavos.

Rememoramos la abundancia de recursos merced a la innovación técnica y comercial, iniciativas que pagaron con creces el precoz arrojo. Fortunas y comodidades que sin embargono mellaron la sencillez de trato y el contacto humano y altruista de aquellos los primeros.

En mis memorias apareció también mi maestro que siempre habló de la geografía humana, sobre la cual aseguraba que la ortografía y el clima de nuestros terruños de crianza marcaban nuestra forma de ser.

Similar a esto, y quizá inspirado en ello, tengo por cierto que la nomenclatura individual nos marca también estimulando actitudes, acentuando habilidades, enmarcando preferencias de una manera no consciente para el individuo. Acaso una lejana brizna de lenguajes olvidados resuenan aún en nuestro límbico y nos alienta a seguir ciertos caminos y ciertos no.

A la luz de la conversa tan amena y tan fílmica, los espacios se plagaron de escenas y sonidos que llenaron el gran salón, el comedor y la cocina, mezclando las imágenes de antaño con las actuales donde Lupita mi esposa, y mi hija Laia, jugaban también papeles momentáneos en nuestro relato único.

Ya no resultó tan extraño sabernos unos músicos y otros  gerentes, unos gestores y otros médicos, todos servidores, todos entusiastas, todos denodados, todos esforzados en saber más allá de lo sabido para el hacer y el compartir mediante la enseñanza.

Todo apareció tan claro, como grandes líneas directrices que atraviesan el tiempo y las generaciones como escondidos diminutos mensajeros que llevan y traen  las consignas de una orden

reiterada que se resume en el aprecio por lo que sé es el amor hacia los otros y en el espíritu de continuidad que toma y avanza empujando la rueda de la vida mediante alegres y auténticas aportaciones al acervo de todo esto que se llama la existencia.

El autor es Publicitario miembro de ASPAC Por un México bueno, culto, rico y justo.

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