Extranjero en mi propio país

El autor es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y actor.

Hace algunos ayeres por no decir muchos años, me fui a vivir a la urbe de todos los mexicanos, a la enorme y bella Ciudad de México.En ese tiempo, todavía le decíamos el “defeño”, el Distrito Federal, pues.

Duré casi tres años en “La Capirucha”, tiempo en el que me  acostumbré a muchas otras cosas que no conocía, desde viajar en el metro, hasta caminar admirando cada lugar, cada edificio histórico

y, por supuesto, como buen sonorense, contemplar la gran vegetación que hay en esa ciudad.

Fueron casi tres años de mi vida en los que conocí y recorrí esa gran ciudad. Tiempo en el que aprendí a escuchar otros acentos, principalmente ese cantadito de los ‘chilangos’. Esa manera

de hablar tan característica de personajes de televisión como el “Vítor”, el “Albertano” y “María de todos los Ángeles”.

Aún recuerdo la primera vez que me subí al metro (se me pasaron siete), pero desde ese primer día aprendí la “Ley de la jungla”… Créanme que después de ese séptimo metro que se me

pasó, no volvió a suceder.

También aprendí a pedir quesadillas y especificar que por supuesto, las quería con queso - y es que todavía sigo pensando, ¿acaso hay otras?- , pues resulta que allá sí las hay: hay de flor de

calabaza, de huitlacoche y de una gran variedad.

Y qué tal la primera vez que pedí una soda y el chavalo que estaba vendiendo me dijo que no había y yo pensé: "ahí las tienes frente a ti". Con el tiempo  me acostumbré a pedirla como refresco… aunque allá le dicen ‘chesco’.

Quizá estén pensando: "qué Benjamín tan wey", pero pues la verdad nunca había salido de mi rancho, de mi Sonora… bueno, sí, pero nunca había ido a la Ciudad de México, ni mucho menos había vivido.

La verdad en ese tiempo me la pasé de maravilla. Asistía a una gran cantidad de eventos culturales, muchos de ellos gratuitos. También disfrutaba caminar, maravillarme con la belleza arquitectónica de una cantidad de edificaciones, pero también extrañaba mi ‘terruño’, a mi gente, a mi familia.

Debo confesar que aunque disfruté cada día mi instancia en ‘El chilango’, muchas veces añoré mi tierra y qué loco si estaba en mi tierra, en mi país, en mi México. Extrañaba hasta pisar el suelo del

patio de mi casa. Fue en ese momento que comprendí que quizá podré andar por donde quiera, pero que quiero terminar mis días aquí.

Aunque nunca pensé decirlo, hubo momentos que lo nublado de los días de allá, me hicieron añorar el calor de acá. Recuerdo algunas ocasiones en las que escuchaba hablar a la gente de allá con otro acento, bailando otra música y me empecé a sentir como si fuera un extranjero en mi propio país.

Extrañé la franqueza de mi gente, lo confianza con que acá nos tratamos, la comida tan rica con la que crecí. Obviamente, las tortillas de harina que en ocasiones hacía mi madre, entre otras

cosas.

Debo aclarar que la Ciudad de México, como su gente, siempre me trataron de maravilla. Nunca, gracias a Dios, me pasó nada y la verdad siempre andaba de “pata de perro” por donde quiera, hasta en Tepito. Sin embargo, no podía evitar extrañar tanto mi tierra.

No podía evitar sentirme ajeno a  esa bella ciudad. Saludos a todos los grandes amigos que hice por allá, gente a la que todavía conservo, personas que se convirtieron en mi familia en aquella gran ciudad.

El autor es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y actor.