Elegir mejora elección
El autor es Publicitario miembro de ASPAC Por un México bueno, culto, rico y justo.
Nuestra sociedad moderna está organizada de una manera simple en su orden, pero compleja en su interacción. Es natural y es conocido que nuestro mero vivir genera necesidades en cada individuo; el insistir por alcanzar algo que uno desea y que le impone un esfuerzo; la necesidad de rehidratarse después de realizar ese esfuerzo; la necesidad de reponer el agua ingerida y dejarla lista para otra iteración de la necesidad.
Este breve ejemplo concatena acciones y necesidades que en secuencia y consecuencia van apareciendo ante la indefectible elección humana que -desde su esencia- se mantiene en linderos del
libre albedrío. Y ese es un segundo componente de esta escena mínima, pero esencial a todo fenómeno donde tiene que ver la vida, la libre elección. Temprano lo afirma Trismegisto, ‘como es arriba es abajo’, y vemos al insecto elegir entre comida y supervivencia ante el acecho de un depredador.
Así que, por un lado tenemos la necesidad que apremia poniendo en ejercicio la presión fisiológica a la par que la presión psicológica, como si ánodos y cátodos intentaran movilizar a lo
vivo. Y por la otra banda tenemos también el libre albedrío de cada individuo, su libre elección cuya mejor consecuencia será su supervivencia, y más allá su mejoramiento como individuo, catalizador de la mejora de su especie entera.
Es, pues, la elección el muchas veces imperceptible factor que mejora la sociedad a través de mejorar al individuo. Y esa oportunidad de elección, de ejercer en constancia y continuidad la libertad personal la propone cada vez la aparentemente insulsa oferta comercial.
Qué impresionante es, ¿cierto?, percatarnos de los profundos valores que enriquecen nuestro vivir en cada momento. Claro que nos perdemos. Claro que somos susceptibles al engaño. Claro que equivocamos caminos y elecciones. Somos falibles. Pero esa misma falibilidad, esa capacidad humana de faltar, fallar o engañar, es la que está en la mira de nuestra conducta intuitiva ante
cada elección, buscando el ulterior fin de mejorarla y superarla.
Mucho se discute sobre las necesidades si son impuestas, si son creadas, si son “necesarias”. Tal vez todo esto es de secundaria importancia por lo coyuntural de su naturaleza; para diversos filósofos ha sido necesidad las sandalias, el carbón y la leña, y hasta un pollino de asno para el transporte.
Pero parece quedar claro que ante cualquiera de esas alternativas de satisfactores -para los cuales diversos productores podrían licitarse- lo que siempre se llevará a cabo, sin dejar nunca de hacerlo, será la libre elección, y esa acción, en lo profundo y en la constancia, en lo de arriba y en lo de abajo, mejora a cada cual que la ejercita y con ello mejora a la especie a la que pertenece.
El autor es Publicitario miembro de ASPAC Por un México bueno, culto, rico y justo.
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